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No hables: ‘Sleep No more’

No hables: ‘Sleep No more’

2 agosto, 2017
por Anna Adrià

Sleep No More abrió las puertas en 2011, convirtiéndose en la instalación inmersiva más monumental que se haya presentado nunca en Nueva York.

Felix Barreta, al frente de Punchdrunk, trabaja desde el año 2000 en proyectos que generan un cambio de juego en la inmersión teatral para que el público pueda vivir la experiencia teatral en primera persona. En 2010, Hochwald, Karpati y Weiner decidieron fundar Emursive, para crear experiencias en espacios extraordinarios y juntos diseñaron Punchdrunck’s Sleep No More.

Sleep No More se desarrolla en un hotel ficticio, que tiene lugar en un edificio de cinco pisos en el barrio de Chelsea, Nueva York. Un lujoso hotel que vio truncada su apertura dos semanas antes de su inauguración en 1939 y justo dos días después de estallar la Segunda Guerra Mundial; hasta 2011, el hotel estuvo clausurado.

Para poder vivir esta aventura extraordinaria, una vez adquiridos los boletos, es necesario presentarse el día y la hora de la cita y hacer check in en la recepción del hotel. Ahí te reciben con tu nombre, te dan el acceso con un naipe y te invitan a pasar al Manferley, un bar de jazz completamente ambientado en los años treinta del siglo XX, en el que puedes tomar algo mientras esperas tu turno para acceder al espectáculo. Al poco rato, llaman a los huéspedes por el número de carta asignado, les dan una máscara y suben a un montacargas. Las instrucciones son claras: no hables, no te quites la máscara y no tomes fotos. Todo lo demás está permitido. A partir de ahí empieza la experiencia, tu experiencia.

Los asistentes llevan una máscara blanca, que recuerda a la cara de un pájaro, y que sirve para generar una frontera entre la audiencia y la acción de los personajes. El público se convierte en un conjunto de figuras fantasmagóricas que transitan libremente por el espacio. Dejas de ser tí, entras en el anonimato y te desinhibes.

Sleep No More parte de Macbeth, célebre tragedia de William Shakespeare, y de su imaginario, con una fuerte influencia del film noir de los años cuarenta del siglo pasado, las tendencias de diseño de los años treinta y el espacio existente del edificio. Los creadores decidieron dar la misma relevancia a todos los personajes de la obra para que, incluso los que tienen menos importancia en el texto dramático, pudieran ofrecer una experiencia completa a partir de su propia narrativa. De este modo, cada personaje tiene su historia, con un inicio, un nudo y un desenlace que cobra más profundidad en su relación con los otros actores. La luz y el sonido también son protagonistas en este espectáculo. Todos los detalles están pensados para que, a partir del ritmo de las diferentes piezas sonoras o de la intensidad de la luz, el espectador aumente o disminuya su tensión y, al mismo tiempo, se tome un tiempo para investigar este lugar al que no pertenece.

Cada función ofrece tres ciclos repetidos, para poder ver los diferentes incidentes desde varios puntos de vista y cada uno decide como quiere formar parte de este espectáculo. Algunos deciden recorrer el espacio de forma metódica para conocer cada una de las estancias, encontrarse las escenas por azar y poder husmear entre los diferentes elementos escenográficos y de utilería; otros prefieren seguir a uno de los personajes para conocer su historia desde el inicio hasta el final. No hay límites, depende del espectador si se atreve a abrir puertas, cajones o tocar los elementos de vestuario o sólo observa a la distancia. Esto obliga a los bailarines a adaptarse en todo momento a la situación y a la relación con el espectador. Aunque parece que todo es improvisado o natural, está perfectamente estructurado y coreografiado para que las situaciones se den en el momento y el lugar determinado.

Este no es el único proyecto de teatro inmersivo que se ha hecho, pero sí el que, después de seis años de abrir sus puertas, se mantiene siendo un éxito internacional. Este tipo de proyectos permiten al público tener una experiencia vivencial que trasciende la frontera de lo cotidiano. Se trata de un acto teatral, arte vivo por su naturaleza, en el que el espectador puede decidir en todo momento, cómo quiere que sea su manera de experimentarlo. ¿Habrá alguien que haya ido a ver Sleep No More y no lo haya disfrutado?


 

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