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The Mexican Moment

The Mexican Moment

17 enero, 2015
por Alejandro Hernández Gálvez | Twitter: otrootroblog | Instagram: otrootroblog

Los optimistas se emocionaron cuando, una vez más en nuestra historia, se habló del Mexican Moment, el momento esperado en el cual, por fin, llegaríamos a donde nuestro potencial, jamás del todo aprovechado, nos destina: arriba y adelante, ya lo dijo el clásico, no sólo sí se puede: ¡ya se pudo! Los pesimistas —que entre nosotros acostumbramos definirnos como realistas— acusamos la ingenuidad cuando no la complacencia de quienes hacían tal anuncio. El crecimiento económico que casi no lo fue, la caída del peso y del petróleo, la ineludible corrupción y la violencia, con sus miles de muertos y desaparecidos, empañaron rápido el entusiasmo que acompañó a los titulares de las revistas.

Por eso no pudo haber aparecido en peor momento y con peor título un texto escrito por Daniel Rauchwerger y publicado en ArcdhailyThe Mexican Moment: The Rise of Architecture’s Latest Desing Capital. Aparecido hace un mes, el 16 de diciembre del año pasado, yo lo leí apenas ayer, tras encontrarlo citado en un tuit de Pepe Merino: “entiendo que todo es diverso, complejo y relativo… pero de verdad no sé en qué ciudad viven estas personas.” Estas personas son los arquitectos que, según se lee el texto de Rauchwerger, parecen vivir, como apunta Merino, en una ciudad que no es la nuestra, la ciudad de México, e incluso en un país que sólo existió en las portadas de aquellas revistas que predijeron el Mexican Moment.

En la ciudad de México, escribe Rauchwerger, “los palacios urbanos de diluida gloria colonial se combinan íntimamente con templos aztecas, restos modernistas y brillantes edificios nuevos. un fuerte apetito por la arquitectura más reciente se siente casi en cualquier parte y una rara y excitante energía para actuar, cambiar, mover y crear.” Más adelante agrega que la ciudad de México “nutre en su seno la educación y la innovación arquitectónica, atrayendo firmas internacionales al mismo tiempo.” El “Me-Mo” es según el autor el término inventado por los arquitectos locales para referirse al Mexican Moment. “¿Cuándo —añade— esta ciudad, hasta hace poco conocida por su corrupción, su violencia y el tráfico de drogas se convirtió en líder del diseño contemporáneo?”

La respuesta, por supuesto, es nunca. La corrupción, problema —si le creemos a Peña— de la cultura nacional y no sólo de la ciudad de México sigue ahí, es el aceite que a diario lubrica los engranes de nuestro sistema. La violencia dejó de ser el mayor estigma de la ciudad de México hace tiempo y el tráfico de drogas nunca fue un problema mayor de la capital como lo es de muchas otras regiones donde hoy, ahí sí, la violencia ha llegado a extremos que se cuentan en cientos de miles de muertos y desaparecidos.

¿La ciudad de México líder del diseño contemporáneo? Más allá de la reciente docena de concursos en distintos países ganados por arquitectos mexicanos —de los cuales yo no estoy aun enterado—, el diseño en una ciudad no es lo que se pueda ver en un recorrido de la Condesa a Nuevo Polanco. Ni siquiera vale para demostrar la desmesura de la afirmación de Rauchwerger señalar los defectos en casi cada banqueta, la mala señalización de cualquier calle o línea de metrobús, la pésima calidad de la obra pública. Véase tan sólo la calidad de la vivienda y de la infraestructura urbana que padece más de la mitad de los habitantes de la ciudad y luego, inténtese repetir esa frase con seriedad frente al espejo: “nuestra ciudad es líder en el diseño contemporáneo”.

La frase sería la peor del texto si Rauchwerger no citara una de la prestigiosa profesora de planeación urbana en Harvard Diane E. Davis: “México es uno de los pocos países en haber tenido una revolución exitosa en el siglo XX” —“Mexico is one of the only countries to have had a successful 20th century revolutions”, por si traduje mal. ¿Cómo se mide el éxito de la Revolución Mexicana comparada con la rusa, la china, la cubana? ¿La dictablanda priista ya es ganancia comparada con Stalin, Mao o Castro? Puede ser, pero entonces nuestra medida del éxito revolucionario es demasiado complaciente. En términos relativos, comparando no sólo la probable mejoría en las casas y las ciudades anteriores a la Revolución con las actuales, cuyas ganancias se deben en buena parte al progreso técnico del último siglo, ¿la desigualdad y la pobreza urbanas nos permiten calificar, con tanto optimismo, a nuestra Revolución como exitosa? La lectura del Mexican Moment que presenta este texto no parece ser más que otra muestra de miopía teñida de ingenuidad.

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