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Lugar y capital

Lugar y capital

25 enero, 2023
por Rosalba González Loyde

“Salir adelante” es una frase cotidiana que expresa movimiento, pero también cambio de lugar. Para progresar “hay que moverse” y esto, claro está, también aplica en la residencia, especialmente si eres un habitante de un lugar “no deseado”. Este pensamiento cotidiano, visto desde una interpretación lefebvriana sobre la producción del espacio es, justamente, una forma de producir y reproducir el espacio que condena —aunque no irremediablemente— a algunos a permanecer en el estatus en que se desarrollaron.

Esto implica que nuestro lugar de nacimiento y residencia tiene una marca importante que configura patrones de comportamiento sobre nosotros y sobre las interacciones con otras personas. Es decir, resulta un componente importante sobre nuestro desarrollo y que en ciertos contextos resulta determinante.

Una reciente investigación del Banco Interamericano de Desarrollo[1] para el contexto urbano de Argentina reveló que candidatos con cualificaciones similares para puestos de trabajo recibían respuestas diferenciales en relación con su lugar de residencia. Aquellos candidatos a empleo que eran residentes de barrios marginales recibieron 28% menos llamadas que aquellos que provenían de barrios “formales”, es decir, los habitantes de zonas marginales tenían menos oportunidad de obtener un empleo únicamente por el lugar de residencia, incluso cuando cumplían las expectativas para el puesto de trabajo.

Pero no son solo las oportunidades laborales por estigma lo que está en juego, sino también lo que nos facilita o dificulta el espacio que habitamos a partir de las redes que se configuran en este. Una de ellas es el capital social.

El concepto de capital social surge a finales del siglo XIX con Durkheim y su término de solidaridad social. Desde entonces ha sido abordado desde distintos posicionamientos epistemológicos, entre ellos el abordaje desde Bourdieu que nos propone entender el capital social como una serie de recursos ligados a relaciones y con un potencial de maximizar los capitales (cultural, social, simbólico y económico) de quien posee estos recursos. Lo interesante de Bourdieu es que, también, nos permite entender cómo es que el espacio puede prefigurar como elemento constitutivo del capital social: 

El barrio elegante, como un club fundado en la exclusión activa de las personas indeseables, consagra simbólicamente a cada uno de sus habitantes permitiéndoles participar del capital acumulado por el conjunto de residentes; al contrario, el barrio estigmatizado degrada simbólicamente a quienes lo habitan, los cuales, a cambio, hacen lo mismo con él, ya que al estar privados de todas las cartas del triunfo necesarias para participar en los diferentes juegos sociales, no comparten sino su común excomunión.

En este contexto vale la pena resaltar las condiciones que crea el espacio (percibido) en los procesos de mejoramiento de algunas ciudades latinoamericanas como resultado de las políticas de regreso a la centralidad, densificación o reciclamiento. Es decir, mejoramientos que constituyen recursos que pueden ser movilizados por quienes habitan por lo que resultan de un interesante atractivo para quienes desean mantener o aumentar sus capitales. Esto provoca, claramente, un conflicto por habitar las mejores localizaciones de la ciudad y en contexto de mercado, estas serán para quien el mejor pagador.

Entonces, que se afirme que algunas personas quieren habitar la centralidad solo por el estatus es una afirmación incompleta, aunque algo puede tener de razón esa afirmación, así llana pareciera una necesidad fútil de las personas y no permite entender de dónde proviene esa idea de aspiración residencial y cómo eso se constituye también como un capital (simbólico). Además de entender que la adscripción residencial como forma de estatus, como ya he dicho antes, es también parte de las prácticas de ascenso social.

La posibilidad de generar redes que permitan encontrar un mejor trabajo, adquirir una habilidad nueva o simplemente tener más tiempo libre porque las distancias casa-trabajo-actividades de cuidado-casa se reducen, permite que las condiciones de habitación de esas áreas sean deseables.

Las ciudades, especialmente las zonas consolidadas, son las que concentran más y mejores recursos, por lo que son el espacio de conflicto permanente sobre quién o quiénes pueden rentabilizar mejor estos recursos. La vivienda constituye un elemento fundamental sobre la construcción de recursos para los capitales, por lo que la lucha sobre el derecho a la vivienda no es únicamente sobre el espacio de habitación, es decir el derecho a habitar una casa, sino sobre el acceso y movilización de capitales social y simbólico que de ello emana.

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