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Sobrevivir al pánico

Sobrevivir al pánico

13 octubre, 2021
por Brenda Isabel Pérez

Trabajo Hacienda-Susana.

 

I. El mejor libro

“Ésta es mi historia, que conste.

En este México tan grande y tan posible para todos.”

María Luisa Puga

 

Aunque es difícil escribir sobre un libro que abarca tantas historias e imágenes, empezaré diciendo sin temor que me parece que Pánico o peligro está desvalorizado y que es el mejor libro sobre la ciudad de México, sobre México y que aunque este texto pareciera abordar muchos detalles, no conseguiría arruinar la sorpresa de la historia, porque la novela es muy extensa y compleja y esto es sólo una fracción pequeñita, algunos temas que me parecen importantes hablar (no será en orden cronológico). Puedo decir que después de leer Pánico o peligro, María Luisa Puga se ha vuelto una de mis escritoras favoritas.

Susana, Lourdes, Socorro y Lola son cuatro amigas que viven en la colonia Roma y sus alrededores. Es desde ellas, desde su amistad y la voz en primera persona de Susana que las acompañamos en el crecimiento de sus vidas y a la par, de la Ciudad  de México a mitades de los años 60.

Susana (nuestra narradora) dice que no puede recordar o ver algo, que no sabe describirlo porque las cosas le “suceden”. Que tampoco puede imaginarse escribiendo o contando cosas en orden cronológico, que lo hará de manera desordenada, como la ciudad. Muchas mujeres se han sentido así, “incapaces” de sostener imágenes, de planear o imaginar, muchas se han sentido transeúntes a la deriva.

Pánico o peligro se desarrolla en 12 capítulos, 12 cuadernos que se van entrelazando. Esta novela nos sumerge y pasea. Puga crea imágenes poderosas que después coloca de manera intencional para ir tejiendo y conectando. Sí, se habla del pánico, pero también se habla de rabia y miedo, de miedo al mundo exterior.  Puga elige cuándo contarnos cosas desde la magia, cuando esconderse, y cuando mostrarse tal cual en un unísono.

Puga habla sobre el ser escritora. Nos lo pone de frente, sin preguntarnos, sin esconder. Susana dice que escribe para entender. Las mujeres escribimos para entender el mundo.

María Luisa Puga hace el mejor libro sobre la Ciudad de México en el siglo XX y lo hace desde el ser mujer. Nos habla a nosotras, a las mexicanas escondidas en el miedo, la angustia y el anonimato.

“Una cosa es desaparecer, otra es morir.”

 

Posible vista de la calle de Susana, Lourdes, Claude, Nápoles.

 

Plaza Río de Janeiro.

 

II. Ser una en el espacio

“Éramos él, ella y yo y los tres bien distintos. Tantos años en el mismo apartamento que me acostumbré a que cerradura quisiera decir eso que yo veía todos los días.”

El libro comienza con el retrato familiar, con la casa, con un edificio en la calle de Jalapa, con unos padres amorosos y una hija única ensimismada, que no sabía que era feliz —o sí, pero no hacía falta nombrarlo— y no importaba porque vivía tranquila. Tenía amigas, “Las inseparables” y conocemos las casas y los barrios de cada una. El problema con el que Susana se confronta es que vive demasiado en su mundo interior; le cuesta relacionarse con la gente, tanto, que todo mundo lo nota y se gana el ser llamada “pasmada”. A Susana se le exige que vea hacia afuera, hacia la calle, la vida pública, que conecte con la vida, que despierte. Esa exigencia provoca en ella un miedo, asfixia, que se convierte en sombra y casi en personaje. Ese miedo recorre el espacio doméstico, invadiendo la calle y conteniéndose en sus relaciones con las personas.

“Ya te habrás dado cuenta: yo le tenía un miedo bárbaro a los cambios. Hacía hasta lo imposible para que no sucedieran.”

Puga nos sumerge en este inagotable pleito con el mundo exterior, con el afuera y con la creatividad. Susana tonta, Susana pasmada. ¿No es “rarísimo” que se crea tonta y pasmada, si es capaz de retratarnos de una manera tan impecable la vida?

“Supongo que hace diez años no era otra cosa que joven. A lo mejor no tan fea, pero nada especial. Una mexicana más. Lo más probable es que mal vestida, con una expresión entre temerosa e ilusionada. Colgada del brazo de mi madre (aunque no se sabía quién sostenía a quién). Pero muy distinta, eso sí, a las jovencitas de cuerpo espigado y pelo suelto que ves tan a menudo en las asambleas del partido. Sin esa facilidad para cruzar anfiteatros con paso seguro. Creo que yo me quería esconder, ser anónima, ver, más que ser vista. No sé por qué los espacios abiertos me intimidaban. ”

“Una cosa es escribir como lo hace Lourdes, y otra lo que estoy haciendo yo. ”

 

Posible casa de Lourdes, Susana y Claude, Nápoles.

 

En el cuaderno–capítulo 9, Maria Luisa Puga nos confronta con una especie de monólogo a través de Susana. Un monólogo en el que habla de la escritura y del proceso creativo. Es en ese capítulo en el que por primera vez nuestra protagonista se reconoce como creadora. En ocasiones anteriores, Puga parece sostener una postura diferente respecto al ser escritora y lo refleja en Lourdes, la amiga intelectual, “la que sí quiere escribir.”

La escritura de Lourdes es mencionada como una señal de inestabilidad, un síndrome de ansiedad, una intensidad. Lourdes no es retratada de una forma caricaturezca, sin embargo, puede ser interpretación de los lectores polarizar la personalidad de la mujer intelectual. Es bien sabido que las mujeres decididas casi siempre son consideradas intensas, autoritarias y locas. Lourdes muchas veces es la encarnación de ese estereotipo de género. No es casualidad que Lourdes pueda ser interpretada de esta manera, pero no alguno de los exnovios de Susana, incluso, no la misma pareja de Lourdes. Los matices en las personajas están ahí, en el libro escrito por María Luisa Puga, sólo que no son mencionados. Es muy respetable la intensidad, creatividad e individualidad de cada una de ellas y hay que decirlo.

“Me quiere cambiar, decía, entre rencorosa y admirada. De ser yo, quiere que pase a ser suya. Lo decía con pánico, el mismo que yo sentía a ratos, sobre todo cuando me daba cuenta de que mi silencio aumentaba.”

 

 

Posible casa de Socorro, calle Ixtlán.

 

III. Vivir la ciudad

“Trataba a veces de imaginar a la gente en sus casas. Cómo salía la señora de las quesadillas para venirse a la esquina. Para mí ellos vivían en la ciudad, no en una casa ni en un edificio, sino en la calle. La de las quesadillas, que yo me acuerde, siempre estuvo ahí. Vivir en otras ciudades debe ser rarísimo. Creo que yo aquí he sentido todo lo que soy capaz de sentir, pero no sé.”

“Para mí, Insurgentes es la faz de la ciudad de México.”

Confrontar el pánico, nombrarlo, decirlo y vivirlo es también confrontar, nombrar y vivir las desigualdades espaciales, ya sea en el espacio público o privado. Susana nos da muchísimos recorridos a través de la Ciudad de México. Transita insurgentes de centro a sur, toma pesero, autobús, camina, corre, se pierde, pide indicaciones, voltea a ver a los ojos la pobreza, observa a las personas de clase alta, recuerda el cansancio de tener que trabajar y siente miedo a que le pase algo cuando se da cuenta que México (y en general el mundo exterior) puede ser un lugar peligroso, un lugar en el que es fácil desaparecer gente.Nos arroja una serie de imágenes que conforman historias reales e historias ficticias que se van interseccionando con la ciudad. Edificios que ya sólo existen en los recuerdos, departamentos con ventanas amplias, casas sucias, en fin, una serie de imágenes llenas de carga política y espacial.

Todo espacio es contado desde la diferencia de género, es decir, desde el “sentirse ajena” de Susana. Este es de los pocos libros (si no es que el único) en el que se habla de la Ciudad de México desde la perspectiva de una mujer que vive en el siglo XX, con todos los cambios socioculturales y económicos pasándole enfrente.

“Hablaban mucho de México, los problemas, las soluciones.”

Pero, ¿Quiénes van a hablar de México? Claro que ellos. Ellos siempre hablan de México, de Este país, de Esta Ciudad, de Esta política y Esta gente. Nosotras no. Nosotras aprendemos a recorrer al ciudad a través de los ojos de ellos.

Pánico o peligro va más allá del espacio y la ciudad física, más allá de las ideas feministas y más allá de los movimientos sociales. Puga combina y complejiza todos esos fragmentos de una manera magistral y bien cuidada, a veces parece que nos fastidia con su deseo de mimetizarse con el enamoramiento de algún personaje que representa el cambio social y la revolución de todas las clases con la intelectualidad, otras nos llena del sentimiento de angustia por vivir con desconocimiento, pero otras es feliz con los detalles cotidianos, con su ventana, con su rincón y el espacio que comparte con sus padres y sus amigas.

 

Posible vista de la calle de Socorro, Narvarte.

 

“Que es fea la ciudad de México, dice mucha gente. Que es salvaje y dura. Supongo que yo caminaba en medio de todo eso viendo solamente el pedacito de realidad que conocía y que muy lentamente estaba ampliando. Es tan desordenado Insurgentes cuando lo recorres a pie. Pero me gustaba salir de esas calles de la colonia del Valle y meterme en el ruido. ”

“Se podría decir que toda mi vida ha transcurrido a lo largo de Insurgentes, fíjate, y que mi objetivo ha sido acercarme a mi sitio de trabajo a lo mejor. Es larga la avenida Insurgentes. ¿No dicen que es la más larga de toda la ciudad? Y en sus bordes, más o menos he visto crecer toda clase de ideas descabelladas, incomprensibles, falsas. He descubierto las formas más feroces de resistencia o los casos de fracaso más patéticos. A lo largo de una calle tan larga tienes tiempo de oír todo lo escuchable; recorrerla y salir por el otro extremo, dejándola atrás como se deja cualquier recurso usado para pasar el tiempo”.

 

La calle en que vivía Susana con sus papás.

 

IV. Hablar desde un nosotras

“Sospecho que para Lourdes siempre fuimos las cuatro, así, en grupo (…). Las cuatro indivisibles, y todas distintas.”

María Luisa Puga nos muestra a mujeres de carne y hueso vinculándose con otras mujeres. Mujeres que se conocen, se reconocen y se ven a los ojos entre ellas, que construyen puentes y lenguajes. No estamos hablando del fetiche de algún hombre, la imagen feminizada, de un sesgo, de un blanco y negro, mujer de casa y mujer de calle. Prueba de ello es la relación que construyen Lourdes y Susana y por el contrario, la ausencia de lenguaje en la madre de Susana. Parece ser que además de los espacios, uno de los temas medulares de Pánico o peligro es el lenguaje.

“Éramos Lourdes y yo. Hablando las dos como en una avalancha, desde una necesidad profunda, imprevista, de hablar de nosotras, de nuestra vida, de lo pasado.”

Las cuatro protagonistas logran atravesar la barrera ocasionada por la heterosexualidad obligatoria en los vínculos de mujeres, logran verse como seres humanos con todos los matices, cicatrices, talentos y pese a todo, con todo el cariño y la rabia.

Aquí la dicotomía: vivir pasmadas frente a la realidad que se nos ofrece o confrontar, vivir y construir a pesar del peligro.

“Lola andaba siempre tratando de que lo único que pasara fuera que nos dijéramos cuánto nos queríamos.”

A mi parecer, el contexto político que atravesaba México y el paisaje de la ciudad son el pretexto para hablar desde un nosotras posible, también, el pretexto para conocer la historia de Puga y su encuentro con la escritura.

Que viva María Luisa Puga y que viva imaginar futuros posibles.

 

Otra vista a la calle del trabajo de Susana.

 

V. Bonus: Postales

 

28 de septiembre 2021, Ciudad de México

Escribo esto para ti, porque desde que empecé a leer Pánico o peligro, pensé en ti.

No sólo pensé en ti, me dieron ganas de hablar contigo durante todo el momento de la lectura. Quisiera hablar contigo a manera de carta, de postal, de paloma mensajera. Cuando la imagen de la postal aparecía en mi cabeza, me topaba con pared (pero bueno, lo intenté, ya verás)…

¿Qué pasajes de la ciudad puedo citarte que no hayas ya visto tú?

 

L, ¿Qué forma tienen tus recuerdos?

 

25 de septiembre 2021, Ciudad de México

“Fíjate, mi primera relación y ya me instalé de lleno en la culpa. Desde ese momento, la relación que duró como un año, fue una incomodidad angustiosa”.

¿Qué cosas puedo contarte de mí que ya no sepas?

La angustia, la culpa, el pánico, el miedo.

Me hablas mucho sobre la culpa últimamente.

Me dices mucho “libérate de la culpa”.

Pero tú no sabes cuál es la culpa con la que cargo.

Mira, este fragmento me recuerda mucho a mi infancia en Hidalgo, a mi madre, a lo que sentía cuando pisaba la calle:

“Me acuerdo de una sensación de pánico que comenzó desde que íbamos en el coche de Claude y que duró hasta no sé qué día, pero casi el final del viaje. Era como un puntito que se apretaba dentro de mí. Ahora que lo pienso me digo: qué barbaridad no haber salido antes de la ciudad, pero más barbaridad salir si no habíamos salido nunca antes. Sólo con el trayecto hasta la estación, qué lejos iba quedando todo. Cómo me daba tristeza ver gente caminando por la calle: se veían envueltos de ciudad, protegidos. Mi madre no hacía un gesto, un ruido. Iba en un silencio apretado”.

Yo sé que me ves así, como una mexicana más.

Tímida, insegura, que carga con “culpa”, triste,

pero que se ilusiona demasiado.

Tanto, que a veces olvida el miedo.

¿Hay algo de lo que también quisieras liberarte?

 

En esta cuadra vivía Susana con sus papás.

 

17 de agosto 2021, Ciudad de México

Hola:

Estuve leyendo casi obsesivamente Pánico o peligro de María Luisa Puga y muchas veces pensé en ti.  Me pareció divertidísimo y tristísimo como no tienes una idea.  Lloré en un café, imagínate.

La manera en la que me hizo recorrer la ciudad, aunque me hablara de plazas que ya no existen (Miravalle) y colonias que no son como las que yo recuerdo. Por ejemplo, no me imaginaría que existe gente de clase media viviendo en la Roma, o insurgentes sin metrobús, o una Ciudad de México en la que niñas menores de 10 años anden en las calles libremente, ya ni en Hidalgo, pues.

Tenía algunos subrayados del libro (sí, admito con mucha vergüenza) porque pensaba que podrías contarme el dato histórico…Te gustan los datos aunque a veces te hagas el que no. También te gusta contar las historias en orden cronológico.

Y eso me gusta de ti.

Me gusta mucho.

 

El barrio de Lola, La Romita.

 

Bueno, Susana (la protagonista) dice que no puede recordar ni contar las cosas en orden, que hará un esfuerzo pero que no sabe hacerlo, que sus pensamientos son más bien desordenados, como la ciudad. Yo soy más como esa personaja. Y tú como todo lo contrario, o como alguno de los otros personajes masculinos que aparecen ahí.

Estos mensajes están escritos como la ciudad de la que habla Susana.

“En cuanto a la ciudad, la veo como un cúmulo de rumores, pero no de palabras. ¿Reflejarán esos rumores nuestra ciudadanía? Más bien pienso en esos inmigrantes en Europa de los que me hablabas; esos que en París y en Londres formaban canales oscuramente densos de silencio, decías. ”

María Luisa Puga menciona más de 90 veces la palabra “Ciudad”. 90 veces, ¿puedes creerlo?

Ciudad, ciudad,

C -I- U-D-A-D.

 

Departamento de Lourdes y Susana, colonia Roma.

 

Vaya, hasta me puse a pensar durante horas sobre el espacio.

También, sobre qué tanto desconozco este pedazo de México en el que transito.

Cómo ha cambiado, qué bárbara.

Lo que no ha cambiado es el miedo.

No ha cambiado el vivir con miedo.

 

Calle del trabajo de Susana.

 

Te pongo algunas imágenes para que las veas de lejitos:

Y también esto que se parece a lo que siento cuando creo que sólo puedo vivir en la rabia:

“A veces quiero gritar. Gritar un no a todo lo que veo ser. A ti. Un no que rompa y desordene algo. Claro que la primera que no sabría qué hacer sería yo. Me sentiría pasmada”.

 

Te quiero ver.

Isa.

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