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Columnas

Ser arquitectos

Ser arquitectos

10 abril, 2019
por Camilo Restrepo

Ante una invitación a escribir sobre el futuro, posiblemente la única respuesta o salida posible y sensata desde la mirada de un arquitecto que valga la pena resaltar —simplemente hace proyectos, quiere hacer edificios y tiene intereses limitados— , sea dudar y manifestar alguna que otra inconformidad e intentar trazar alguna salida posible para algunos de los intereses que me llaman la atención. Hacer de prestidigitador o de visionario futurista sería asumir el riesgo que solo unos pocos, posiblemente mejor versados, se atreverían a enfrentar. 

Construida esta posición probablemente facilista de mi parte, de no comprometerme a imaginar futuros posibles muy precisos que caerían en la clasificación de utopias o de ingenuas proyecciones pertenecientes a un tiempo complejo como el actual y aun extremadamente cercano, solo me queda entonces la opción de referirme a describir actores o situaciones de hoy y concentrarme solamente en un puñado de preocupaciones y observaciones que desde la distancia creo poder ver y que a mi juicio están pendientes de reclamar y ocupar por los arquitectos en el presente. Para atender este pequeño marco me atreveré entonces a desglosar simplemente un campo de análisis para mirar hacía el futuro y tratar de visualizar de manera crítica mas allá de las contingencias o condiciones presentes.

El primero, puramente disciplinar, pretende describir y analizar una serie de hechos y preocupaciones relacionadas con el estado de la practica y la disciplina a la fecha. Esta primera mirada posiblemente es una mirada purista y ortodoxa, probablemente aburridora puesto que no se refiere ni a la innovación, ni a lo nuevo, ni mucho menos a lo extraordinario. Incluso puede ser visto como una posición lacónica y anacrónica, puesto que haré el reclamo de construir una disciplina limitada, especialmente en un momento en el que la interdisciplinariedad, y cualquier sinnúmero de practicas, buscan precisamente hacerse porosas y abrirse a otras preocupaciones y operaciones más permeables. Por definición, por principios y honestidad conmigo mismo, debo aceptar que todo ha cambiado, debo ser auto-subversivo, contradecirme, dudar y enfrentar mi propio conflicto, enfrentar mis opiniones de hace unos años que precisamente abogaban por abrir la disciplina al extremo; debo dudar de algunas creencias anteriores y posiciones defendidas en otros textos, cursos e incluso en apasionados debates puesto que el marco de realidad de mi trabajo de los últimos años. me ha cuestionado dichas creencias que se han deformado por las condiciones y los sucesos, otros dirían que las ideas y mi posición ha “madurado”.

La segunda, directamente relacionada con la práctica, el que hacer. La realidad que nos rodea reclama giros inesperados, respuestas practicas y tangibles desde otros ángulos, hago este análisis sólo con el propósito de hacer que las ideas y recursos intelectuales puedan generar libertad para garantizarnos a nosotros mismos que somos necesarios en un mundo incierto y ambivalente, pero ante todo reconocer que las reglas de juego y nosotros mismos hemos cambiado, donde todo lo solido desvanecido en el aire solo deja cenizas para construir otras estructuras temporales posiblemente hiper-restringidas y acotadas. Démonos una oportunidad de re-inventarnos sin abandonar el barco de la disciplina y sus cuestiones mas profundas y estructurales.

Espero pues, que aunque estas miradas solo buscan indicar oportunidades y cierta crítica al estado de las cosas, no sea esto entendido como pesimismo o decepción, sino como una reflexión con exceso de realismo y deseo de hacer de la arquitectura un territorio que sea capaz de responder a los retos de los años por venir sin dejar de ser lo que somos, en sus limites y oportunidades: ser arquitectos.

 

Ser arquitectos.

El arquitecto tiene miedo. Tiene miedo de ser quien es. Tiene miedo de decidir. Tiene miedo de imponerse e imponer limites espaciales, de construir y definir para otros maneras de moverse, de habitar, de vivir, de hacer su trabajo. Tiene miedo de ser radical, de hablar de arquitectura y ser juzgado como un simple arquitecto que hace edificios que dan (algunas veces) forma a la ciudad y que en ocasiones sirve al crudo pero real y eficiente capital y que a veces lucha por construir equidad en un mundo que las reglas no son iguales para todos. El arquitecto hoy quiere ser políticamente correcto, evita el conflicto, no quiere asumir ninguna posición que lo comprometa porque cree falsamente que esta conquistando libertades o en el mejor de los casos teme perder oportunidades. 

Se esconde de si mismo en el auto engaño disfrazado de sociología, ecología, participación y antropología (entre muchas otras), erosionando la disciplina y haciéndose innecesario; cualquier profesional de esas ramas hace su trabajo mejor que un arquitecto pretendiendo ser alguno de ellos. Si tratamos de hacer el trabajo de otros lo mas probable es que otros intenten hacer nuestro trabajo (ya lo intentan) y cada vez posiblemente mejor. Siendo así las cosas, ¿demostramos capacidades suficientes de que somos necesarios? ¿Reclamamos nuestros espacios de trabajo con el rigor necesario para demostrar que lo que hacemos lo hacemos a cabalidad y con responsabilidad , en vez de estar jugando en muchos casos al boy scout: “siempre listo” pero impertinente y acrítico? 

Dada esta condición nos hemos replegado en pequeños islotes, fragmentados, dispersos y (con la merced) y a la merced de los medios y las redes sociales, donde la información fluye bajo el criterio de “likes” y opiniones extremistas que aparte de hacer bullying no da salidas o alternativas mas allá de una nostalgia llena de moral y prejuicios, no de análisis o posiciones críticas. He aquí el primer reto para el futuro, ¿seremos capaces de desplazar la ligereza de las discusiones, pseudo manifiestos arquitectónicos casi anónimos de las redes sociales hacia construcciones mas certeras, visibles, con nombre propio y menos guiadas por opiniones de una mañana en abstinencia de cafeína o buen humor? Posiblemente hablar de posiciones críticas en un mundo de imágenes y “ana-historia” digital sea anacrónico, viejo e irrelevante, pero me gustaría pensar que el futuro permitirá construir pequeños radicalismos académicos que alimenten las escuelas desde la duda y la libertad, no desde el dogma o el empoderamiento que otorga heredar estudios globales que desconocen que el mundo es más extenso y complejo que Abbey road, Camden Town, Wall Street.

Se requieren nuevos críticos de arquitectura que estén dispuestos a la lucha cuerpo a cuerpo con argumentos y elaboraciones intelectuales que sean capaces de apagar con razones el exceso de luces que hoy alumbran el escenario, en vez de agregar unas nuevas que al sobre iluminar el campo de trabajo todo se ve igual y homogéneo. Fundamental que se consoliden algunos órdenes apenas en formación con proyectos de calidad e impacto responsable puesto que el relevo generacional esta tomando forma; las grandes oficinas y arquitectos del siglo XX van saliendo poco a poco, y en diez años posiblemente poco quede de ese orden. ¿Qué sigue? No me cabe la menor duda que enriquecer nuestro entendimiento del mundo, de las sociedades para las que trabajamos involucrando otras disciplinas es fundamental como punto de partida, pero irrelevante como punto de llegada o argumentación para apalancar decisiones puramente formales o en muchos casos materiales. Sí, la forma importa pero esta no es una representación directa de un texto esperando a ser verificado a través de un edificio o en el mejor de los casos como pequeña intervención, esta solo podría serlo pagando un precio muy alto, solo siempre y cuando nos desplacemos a los terrenos del arte con nuestro hacer, pero una vez en otro territorio —en el del arte—, inmediatamente dejamos de ser arquitectos y empezamos a operar como artistas sin las restricciones que precisamente nos hacen arquitectos, articular de manera coherente en relación a un lugar y una sociedad específica: Lugar, presupuesto, cliente, limitaciones, paisaje, costo, tiempo, especulación, etc.

 

Interés por las excepciones.

Me interesan cada vez más arquitectos que trabajan desde la arquitectura misma y que no sólo responden con arquitectura de alta calidad a cuestiones disciplinares, sino que también tienen impacto crítico sin moralismo u oportunismo tanto en las realidades (sociales) más crudas, como en los campos y territorios mas fértiles para la arquitectura. En los dos casos el producto es bueno, responsable y bello. Desearía que en el futuro hubiesen mas arquitectos que desde la arquitectura y con elementos de la arquitectura sean precisamente la antítesis de esa arquitectura argumentada y presentada puramente desde la especulación del falso beneficio social y condescendiente, de aquella que hace apología de la miseria, lo informal, aquella incapaz de producir una arquitectura de calidad mas allá del titular mediático o del arrepentimiento capitalista. Me interesan y creo que pueden jugar un papel intermediario y articulador entre tiempos y condiciones las agendas perdidas o interrumpidas de los años 60 y 70, aquellas que con la caída del muro de Berlin y el fin de la guerra fría se suspendieron por el flujo desbordado de capital y especulación inmobiliaria. Me refiero a las agendas, textos, ideales y reflexiones, que señalan vínculos concretos sobre la co-dependencia entre arquitectura, territorio, historia y ciudad de Rossi, Ungers, Venturi. Creo que todavía allí hay material puro, aun no tocado, interpretado e insertado en las ciudades de hoy. Creo que en estas agendas perdidas e interrumpidas hay oportunidades de reescribir la historia. No sé si (ya) hemos entrado en un “nuevo post”, pero si estoy convencido de que el espíritu esta vivo y alimentado posiblemente con razones y estructuras mas solidas, menos concentradas y preocupados por el “estilo”, o el lenguaje y las cuestiones semióticas que en su momento hicieron irrelevante ideas pertinentes y posiciones certeras. Algunas maneras de dibujar, exponer y diseñar de jóvenes practicas dejan entrever un acercamiento directo a este “nuevo post”.

Sin duda, la mayor amenaza para este tipo de revisiones es la deliberada intención de algunos de llevar a la politización los discursos arquitectónicos bajo una re-carga discursiva y filosófica que pretende de alguna manera volver a los discursos lingüísticos ó retóricas políticas por encima de las realidades concretas, haciendo de la arquitectura una representación mas. Querámoslo aceptar o no, Venturi, Ungers e incluso Rossi buscaban en el fondo ser y operar como simples arquitectos que pensaban en la arquitectura como un enlace fundamental con la ciudad, el territorio, la historia, la cultura, pero que bajo ningún precepto o condición dejaron de alimentar la disciplina con sus dibujos, sus representaciones e ideas y obviamente con sus edificios. ¿Podemos acercarnos a ese pasado para establecer un otro futuro sin necesidad de auto eliminarnos de las discusiones y reclamos del mundo actual con sus necesidades y oportunidades?

 

Pendientes

Pareciera que en estos tiempos inciertos de homogeneidad y reacción los modelos estuviesen agotados. Se agotó el modelo paramétrico posiblemente porque la promesa se convirtió en instrumento. Difícilmente el espectro starchitect se puede repetir y quien sabe si sea pertinente. La sostenibilidad como punta de lanza de la práctica no es suficiente para darle oxigeno a los modelos, pues finalmente esta termina siendo resuelta a partir de “adjuntos”: maquinaria, materiales, procesos, etc. Pero no es tan estable como para abrir un campo de trabajo lo suficientemente profundo: finalmente, hoy, la sostenibilidad parece una cuestión a ser resuelta con tecnologías y absorbida por todos. La arquitectura latino americana y muchas aquellas no pertenecientes a las estructuras de poder occidentales, aun tienen la deuda pendiente de consolidarse y proponer salidas puramente arquitectónicas y disciplinares, incluso mas allá del reconocimiento de una arquitectura alimentada en muchos casos por una buena causa social o ecológica. Esta pendiente que algún arquitecto latinoamericano con practica sea capaz de escribir al menos un texto (libro) que pueda mover el eje de la disciplina.

Pareciese, que una vez fallados los modelos y con tantos pendientes por resolver, la historia, y el pasado fuesen el único refugio temporal. La necesidad de buscar identidades locales y especificas en contraste y en respuesta a tantos años de pro-globalización, empiezan a hacer mella en las arquitecturas, los lugares y sus habitantes; Posiblemente el deseo de la torre global, aquella de vidrios tipo espejo, en cualquier lugar y de cualquier manera empiece a ser cuestionada. 

Posiblemente el futuro no sea otra cosa diferente, sino aquellas cosas que hemos visto siempre y no habíamos notado importantes.

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