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Repetición y diferencia

Repetición y diferencia

13 marzo, 2013
por Alejandro Hernández Gálvez | Twitter: otrootroblog | Instagram: otrootroblog

Hace un par de semanas, el jurado integrado por Fernanda Canales, Isaac Broid, Jerónimo Hagerman y Luis Aldrete seleccionó —en un concurso por invitación— la propuesta de Estudio Macías Peredo (Magui Peredo + Salvador Macías) para el Pabellón Eco 2013. A primera vista, la propuesta de Macías Peredo era sin duda, y de lejos, la mejor de las participantes, entre otra cuatro de Zeller & Moye (Ingrid Moye + Christoph Zeller), ARSº Atelier de Arquitecturas (Alejandro Guerrero Gutiérrez y Andrea Soto Morfín), Gabriela López Dena + Cecilia Ceballos, CCA | Centro de colaboración Arquitectónica (Bernardo Quinzaños e Ignacio Urquiza).

No pasó mucho tiempo para que algunos señalaran el “parecido” de la propuesta ganadora con la intervención de Eduard Tauss en 2008, en el mismo Eco —cuyas imágenes incluyo arriba de la propuesta ganadora—. Hubo también quien, en el sitio de Arquine —donde se presentan todas los proyectos que concursaron— señaló cierto parecido a la Plaza del Cigarro, diseñada por Barragán a finales de los cuarenta. Aunque en algunos intuyo una acusación indirecta de copia, supongo que la pregunta real es qué tan claras o veladas son esas referencias y cómo afectan tanto al proyecto como a la elección del jurado.

Confieso que, aunque conocía ambas referencias —la intervención de Tauss y la plaza de Barragán—, al ver la propuesta de Macías Peredo no las recordé: nada me hizo pensar en ellas. Lo mismo pudo haberle pasado al jurado e incluso a los diseñadores. ¿Y si no? ¿si en la propuesta de Macías Peredo hubiera un guiño o una referencia explícita a las otras dos? En principio no vería ningún problema en eso. Son referencias —incluso si a algunos nos pasaron desapercibidas— hasta cierto punto obvias: Barragán y su relación con Goeritz, Tauss y su intervención en El Eco. Pero, además, como muchas veces pasa, nuestra mente parece deleitarse más con lo que se repite que con las diferencias. El plano inclinado de la plaza de Barragán juega con la perspectiva y las alturas reales y percibidas de las cosas; la tira que se dobla de Tauss conecta un interior con dos exteriores distintos: el patio y la calle, y su objetivo principal no es ser ocupada sino, al contrario, ocupar.

En cambio, la propuesta de Macías Peredo me parece que —incluso, insisto, si juega explícita o inconscientemente con referencias a los proyectos ya mencionados— funciona a otro nivel o, más bien, literalmente a desnivel, agregándole una torsión —o contorsión— extra al museo que —de no ser por la escultura de la serpiente que ocupaba el patio— Goeritz no incluyó en El Eco: la del plano horizontal. Con ese gesto que se repite, de algún modo, sí, el de Tauss —llevarnos del interior hasta el borde con la calle— pero de un modo más controlado y —permítanme el esquematismo— útil: lo de Tauss es fundamentalmente escultura, lo de Macías Peredo es sin duda arquitectura, aunque esas distinciones, y en especial en el marco del museo, no operen con total independencia.

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Proyecto | Estudio Macías Peredo (Magui Peredo + Salvador Macías)

Pensar un pabellón de arquitectura nos da la oportunidad de conducir nuestra reflexión hacia la idea de espacio y sus limites por encima del tema del objeto de diseño arquitectónico o volumen edificado. Para nosotros el pabellón deberá dar cuenta de una idea trabajada con el espacio. Creemos que no es un tema de composición sino de reflexión.

Renunciando a construir un objeto y estableciendo un diálogo con las preexistencias, relacionamos los experimentos de Goeritz. Estudiando su conducta, sus relaciones, sus intenciones, y desde ahí, ir elaborando nuevas posibilidades espaciales: que a partir de los elementos del patio se promuevan nuevas maneras de entenderlo. Por eso nuestra propuesta recuerda y se apropia del mismo material de cuarterón de barro que eligió Goeritz para el piso del patio, planteando una reinterpetación. Trabajamos con una nueva pieza y también con el recuerdo de su condición original.

La intención espacial se visualiza con una gran rampa que desdibuja un límite, transformando el patio en un foro y a la vez en una plaza diagonal que conversa con la calle. Más que imponer un elemento nuevo, nuestra propuesta parte de transformar, mostrar el mismo patio desde otra condición, desde otra lógica, más interactiva en función de quienes lo habitan. El usuario es un actor fundamental para la propuesta. La expresión misma del pabellón tiene sentido en tanto que se usa. Por un lado al aproximarse al museo desde la calle ocurre un acto inesperado: los visitantes se asoman. Y por otro, una vez ocupando el foro, los espectadores establecen una intensa conexión con los espectadores y los contenidos que están dentro de la galería a través del ventanal. Esto modifica el uso habitual del patio y las relaciones dentro y fuera de él. Por tanto las “partes” del pabellón serían la inclinación de barro, las preexistencias que lo hacen posible y los usuarios que la ocupan y la transitan.

La intervención aspira a unir determinantemente museo y calle. Por un lado la inclinación modifica el trayecto horizontal ordinario y es una provocación a volver a conectar con la calle. En el sentido inverso es un gran foro que voltea a ver de frente a la galería a través del ventanal de la cruz, elemento protagonista de esta nueva direccionalidad. En la cumbre uno puede ver las dos al mismo tiempo, la intervención hace ver que la galería y la calle son parte del mismo lugar. El patio se convierte en un plano activo, transitable, por lo que después del recorrido del pasillo y al encontrarse con el patio, se sugiere caminar hacia la calle desde otra perspectiva, más allá de contemplar la imagen habitual del recinto estático desde la galería.

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