En la exposición “Atlas: ¿Cómo llevar el mundo a cuestas?” celebrada en el Museo Reina Sofía en 2010 se exponía una visión ampliada del concepto de Atlas, que establecía que este documento no podía ser visto como un mero archivo o contendedor de datos sino como una forma de organización abierta y fragmentada de un mundo, capaz de generar nuevas preguntas e interrogantes. El atlas se manifiesta como un desplazamiento entre la realidad y el espacio de exhibición o lectura de ese mundo (fragmentado).

Esta idea ese el punto de partida desde el que se presenta la exhibición de la muestra ‘Paisajes Culturales de la Energía’, que acoge la Sala de Exposiciones La Arquería de Nuevos Ministerios en Madrid, y que está organizada por el Grupo de Investigación Paisaje Cultural de la Escuela de Arquitectura de la Universidad Politécnica de Madrid (ETSAM). Así, la exposición, comisariada y diseñada por Concha Lapayese, Francisco Arques, Rodrigo de la O y Andrés Rodríguez, se materializa en una “mesa para la disección del paisaje”, un escenario óptimo desde el que desmenuzar y “desplegar” el conocimiento de la realidad en toda su diversidad. Un enorme mesa de 45 metros de longitud sobre la que se acumulan una multiplicidad de “colecciones de mapas digitales, cartografías táctiles, portadas de periódicos, maquetas, documentales, fragmentos de cine, fotografías, muestras materiales y registros sonoros clasificados según criterios propios” que persiguen construir una estructura narrativa abierta que evite cualquier linealidad y permita conocer la realidad del territorio y el paisaje en toda su dimensión y desde distintas capas y, al tiempo, establecer nuevas relaciones entre los documentos desde las que “extrañarse, señalar y descubrir”, generando una “mirada al paisaje alternativa y complementaria a lo ya conocido” de los vínculos existentes entre energía y territorio, “dos realidades que resultan indisociables en la sociedad contemporánea”, dos universos en los que se entrecruzan y enlazan múltiples aspectos, desde lo social a lo territorial, sin olvidar lo económico; después de todo, “los 5,984 EJ de energía primaria que fueron consumidos en España durante 2010 debieron de producirse en alguna parte”. La energía ocupa territorio y construye espacio: “centrales térmicas, minas, oleoductos, cables de alta tensión, refinerías, puertos, centrales hidroeléctricas o campos eólicos se propagan tejiendo una densa red encargada de alimentar el entorno urbanizado, y que se densifica en algunas áreas hasta configurar sistemas espaciales entre los más complejos y relevantes del territorio”. Así, se busca poner en valor aquellos “territorios de la geografía española donde la industria de la energía se despliega con mayor intensidad, profundizando en sus valores funcionales, culturales, patrimoniales y estéticos” desde una doble óptica. Una primer analítica, a través de la exposición de mapas “que dibujan y cuantifican las redes y sistemas y sus datos tecnológicos, económicos, productivos o de usos del suelo” y una segunda, discursiva que “propone la «reconstrucción» de su dimensión cultural, desvelada por una sutil evocación que pretende traer a la memoria determinados aspectos estéticos, sociales, patrimoniales o políticos”.

La exhibición evoca la idea de mesa como un atlas desplegado donde reunir aspectos dispares de la realidad. No como mera agrupación de una colección de distintos mapas y datos geográficos e históricos sino como “instrumento para la acumulación y la organización” para establecer nuevas relaciones y vínculos, desplazándose “entre lo mesurable y lo perceptivo, el dato y la sensación, la ciencia y el arte”.