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La mecánica de una gran ciudad

La mecánica de una gran ciudad

29 enero, 2018
por Juan Palomar Verea

Una ciudad de cinco millones de habitantes requiere una serie de elementos esenciales para mantener su existencia, su indispensable vitalidad que la hace perdurar y responder a las necesidades de sus habitantes. Pero, al final, es la acción de cada ciudadano lo que la hace funcionar. Una acción que debería ser consciente, comprometida.

Un medio urbano tan complejo hace perder con frecuencia la perspectiva general acerca de lo que implica la correcta marcha de las necesidades públicas. La disponibilidad de agua potable, la disposición y tratamiento de las aguas residuales, la provisión del fluido eléctrico, la disposición de los residuos sólidos, la movilidad general y el transporte público, el abasto de insumos de todo tipo, la búsqueda de la sostenibilidad, la creación de áreas verdes y su adecuada forestación: estos son algunos de los grandes sistemas que permiten la operación de la urbe.

Existe, como principio de fondo para toda esta intricada mecánica el arduo proceso de la planeación del desarrollo citadino. En términos sociales, económicos, ambientales, urbanos. Un proceso que debe ser incluyente, participativo y abierto. Y cuyo insumo inicial es la acción de autoridades e instituciones, junto con la participación y la lucidez ciudadanas. Algo no menos importante.

La lectura de todo lo anterior, cuyos alcances e implicaciones frecuentemente escapan al gran ámbito público, debería ser enunciada con claridad, difundida, discutida. Las instancias encargadas de la planeación podrían producir un manual sobre el funcionamiento de la ciudad que pusiera al alcance de las grandes mayorías los conocimientos requeridos. Un eficaz documento, impreso y cibernético, que fuera de uso común y obligado en escuelas e instituciones educativas, medios políticos y sociales, organizaciones de todo tipo.

A través de una consciencia instalada entre toda la población del general funcionamiento urbano las pequeñas acciones ciudadanas tomarían una dimensión de responsabilidad individual, de sentido comunitario, de congruencia general. Esto repercutiría en las conductas individuales que desembocan, en su conjunto, en la sostenibilidad del devenir colectivo.

Desde el mantenimiento de banquetas en buen estado de limpieza y conservación, correcta disposición de la basura, ahorro en agua potable y electricidad, racionalización de la movilidad individual, saludables hábitos de consumo, colaboración personal en todos los aspectos que posibiliten un correcto desenvolvimiento citadino: la suma de estos, y otros elementos, de efectivas acciones ciudadanas, darían a Guadalajara un mejor futuro. Un significativo aumento personal de la comprensión de la ciudad en su conjunto, de sus problemáticas y alternativas, es absolutamente indispensable para lograrlo.

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