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La Arquitectura como símbolo

La Arquitectura como símbolo

12 agosto, 2016
por Pablo Emilio Aguilar Reyes | Twitter: pabloemilio

 

Actualmente carecemos de arquitectos que tengan la importancia universal que gozaron aquellos del movimiento moderno: Le Corbusier, Mies van der Rohe y un amplio etcétera. La imagen del arquitecto maestro, aquel que fija tendencias, del cual aprendemos al revisar su obra y que nos conmueve su quehacer está hoy corroída. Causa de esto es que nadie puede producir nada —mucho menos arquitectura— al ritmo con el cual se crea y vende información en el mercado de los medios —vistos aquí como fuentes de proliferación esquizofrénica de información, tanto de arquitectura como de cualquier otro tema. Lugares en la red y medios en general difunden diariamente las ultimas novedades y necesitan estar actualizados constantemente; cualquier cosa que no se publique al día ha alcanzado su fecha de caducidad. El ayer es el sinónimo de obsolescencia; no hay nada que aprender del ayer porque hoy hay algo nuevo. Lo nuevo lleva implícita una mejora que tiende a seducirnos. Estamos en la época de la información o, más bien, de la semioinflación: “ese tipo de inflación que tiene lugar en el campo de la información, de la comprensión del significado y de los afectos” —citando a Bifo Berardi, un ávido crítico de esta producción acelerada.

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Esto se traduce en el hecho de que cada vez hace falta crear más productos, más signos, más abundancia y más información, para obtener la misma cantidad de significado —o menos—, que se manifiesta en la multiplicación de información vacía en materia o aspiración de aliento duradero. Hecha para el consumo inmediato. Información casi insignificante que nos abruma con su abundancia.

Un evento sucedido recientemente es un buen caso de estudio que ejemplifica todo lo mencionado: en enero de este año, se demolió el Teatro Nacional de Danza de Holanda, en La Haya, la primera construcción de Rem Koolhaas, realizada en 1987. Se dice que él es de los arquitectos más influyentes de nuestros tiempos y que de la escuela que encabezó durante el último cuarto del siglo pasado han surgido varios otros iconos de la arquitectura actúales: los Baby Rems —de Zaha Hadid a Bjarke Ingels. Y por su trayectoria de creación en materia artística y literaria en torno a la arquitectura, también se ha atribuido al holandés el título del gran teórico de la arquitectura contemporánea. La recepción del premio Pritzker en el año 2000, lo posicionó a la vanguardia de un naciente siglo con hambre de ídolos. Consagrado como un ícono de la arquitectura a nivel mundial, ¿cómo es posible que hoy se haya demolido su primera obra? Llama la atención que esto sucedió sin oposición y sin aviso al mismo autor —Koolhaas fue notificado que su obra sería remplaza una vez que había iniciado su desmantelamiento.

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Tal escena pone en evidencia que la arquitectura es víctima de esa semioinflacion. Los edificios relegan su valor de uso frente su valor de mercado que, a su vez, ha sido superado por su valor de símbolo, de lo que representan dentro de un sistema de producción acelerada de signos de consumo —véase el Efecto Guggenheim. El gobierno municipal de La Haya —donde ya no está la primera obra de Koolhaas— dijo que su demolición se debió a que se busca remplazarla por otro edifico que compita con la Sydney Opera House, o sea, un nuevo símbolo que por sí solo le genere plusvalía al lugar donde está emplazado y que sea primera plana en los medios que traten temas culturales. “Cuando la gente ve ese edificio, no ve a Rem, lo que ven es un edifico posmoderno”, se apunto desde el gobierno. Pese a su autor, el edificio no tuvo el mismo valor simbólico de sus demás edificaciones, pues no fue sujeto de difusión mediática al ser inaugurado; por esta razón carece de fama y representa poco sacrifico que sea remplazado.

Los medios al servicio de los sistemas de consumo crean iconos, sean edificios o arquitectos, que son susceptibles de ser sustituidos. Ningún ícono contemporáneo es duradero o confiable y su obsolescencia suele llegar repentinamente. El reciente giro que se ha dado al voltear la mirada a la arquitectura de enfoque social puede que represente otra faceta del mismo patrón. La arquitectura —llamada por el propio Koolhaas como el arte más lento— merece llevar nuestros afectos y aspiraciones de forma duradera para lograr ser trascendente. Aquel que proponga una alternativa para la arquitectura, que logre librarla de esta crisis y que la saque de la lógica de construcción de símbolos de consumo, será el auténtico gran teórico de la arquitectura contemporánea.

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