Junto a ensayos y mapas que exploran las múltiples realidades de nuestra metrópoli, este número 95 muestra la intervención reciente del Gran Canal como rescate del espacio público. A su vez, reunimos algunos ejemplos contemporáneos que recuperan las vecindades como una tipología que, desde finales del siglo XIX, ofreció la posibilidad de una vida colectiva alrededor de un espacio abierto, como parte misma del tejido en el cual se inscriben.
En la coyuntura actual de la pandemia por el Covid, sumado a las inundaciones y sequías estacionarias, la fatiga de las las infraestructuras metropolitanas que constantemente avisan de fracturas y amenazan con colapsos potenciales, así como la sostenida inseguridad de una urbe que ya no crece, merecería un diálogo ciudadano amplio para definir prioridades que privilegiaran los intereses y necesidades de las personas y los servicios que éstas esperan de una gran ciudad. La definición del espacio común, de sus usos y sus apropiaciones temporales, sigue siendo el territorio de las batallas entre ciudadanos (como seguimos viendo todos los días) y también los lugares de los acuerdos. Urbanistas y políticos deberían partir de una agenda que emergiera del consenso ciudadano, reaccionando ante la desigualdad, la gentrificación, la densidad y la infraestructura, para definir el rumbo de nuestro futuro.
Vitrina./
Chipperfield en Berlín
Miquel Adrià | @miqadria
“Mies —recuerda Chipperfield— decía que Dios está en los detalles, y ese arquitecto que realmente cambió la arquitectura, sabía que la expresión de un gran gesto debe estar soportada por la precisión del proceso constructivo. La idea debe encontrar su manifestación más intensa en la materialización. Ese es el poder de Mies van der Rohe, que puede imaginar un edificio que flota como las nubes y que se ancla en la tierra, donde el orden y el caos son simultáneos. Elevando lo práctico y lo técnico —conclu- ye Chipperfield— con el mismo rigor de las ideas de Mies, quizá podamos encontrar todavía a más Dios en sus detalles.”