Como menciona Francisco Pardo en estas páginas, para van Eyck el equipamiento de juego debe pertenecer a la ciudad, al punto de desaparecer en lo cotidiano y volverse parte de ella, como los postes de la luz o la banqueta. Para otros, es la oportunidad de incorporar juegos de experimentación formal sin diseño industrial, como el columpio o la resbaladilla. Y también cabe la posibilidad de incorporar la integración plástica —como arte urbano— que el ciudadano puede activar. Unos se apoyan en la geometría, otros arrastran referencias minimalistas de Carl Andre o Donald Judd y hay quien toma prestadas imágenes que remiten a mundos abiertos del espacio lúdico y virtual, como Minecraft. Espacios de juego —dice Torolab— que “ofrezcan infinidad de posibilidades, dibujadas a partir de entender la forma de ver la vida de otro jugador y cómplice, que va escalando de las relaciones interpersonales a conceptuales, hasta convertirse en parte del dominio público con impacto real.” En cualquier caso hay consenso en que el diseño del espacio público y lúdico, el espacio de juego, debe ser indeterminado. Y el terreno baldío es el paradigma del espacio de juego en la ciudad, tanto por su potencial como por su indefinición. De ahí la pregunta: ¿cómo podemos imaginar que el diseño ayude a implementar el potencial de esos espacios manteniendo, al mismo tiempo, cierta indeterminación? En un momento en que el confinamiento por el COVID 19 ha dejado vacías las ciudades y las relaciones sociales se han desplazado a las retículas bidimensionales del Zoom, asistimos a una estética urbana donde la realidad —apunta Justin McGuirk— imita los paisajes metafísicos de las ciudades desoladas que pintaba Giorgio de Chirico, o las fotografiadas por Gabriele Basilico, donde el gran ausente es la figura humana, la vida. En este número publicamos algunas propuestas que invitan precisamente a activar el espacio lúdico y urbano, y con ellas regresar la actividad y la vida ciudadana.
(Portada: Cuerpo Enredado. Guillermo Hevia García)
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Recuerdo ese espacio de reunión con mis amigos, entre arbustos y tierra, cuando tenía unos nueve o diez años. Un espacio que no era de nadie, pero era nuestro. Mi familia y yo vivíamos entre barrancas en una zona de la ciudad que apenas se desarrollaba. Todas las tardes comía rápido, y tomaba mi bicicleta para ir a nuestro espacio. Ahí decidíamos qué iba a pasar en las siguientes horas. Íbamos al río o a casa de alguien, o simplemente dábamos vueltas por las calles o nos quedábamos jugando ahí, hasta poco antes del anochecer. Jugábamos a la ciudad: jugábamos a ser grandes. Era un terreno baldío, tenía montículos y arbustos. A veces nos encontrábamos objetos extraños: zapatos, piedras, notas, basura. Construíamos espacios; diseñábamos, rediseñábamos.
Francisco Pardo
Ring of Swings
IND [Inter.National.Design] y Studio ID Eddy
El Ring of Swings tiene como objetivo probar nuevos formatos de relaciones sociales en el espacio público. El diseño circular se asemeja a un claro en el bosque donde las delgadas columnas de madera recuerdan árboles altos. Los columpios cuelgan de un anillo estructural entre estas columnas de madera. Todos los columpios se enfrentan entre sí, por lo que es más fácil hablar, escuchar y verse cuando se utilizan.
Boxing Boxes
Daniel De León Languré
Carlos Ortega Arámburo
Parque público en Tultitlán
Productora
El proyecto es una iniciativa de INFONAVIT y el CIDS (Centro de Investigación para el Desarrollo Sostenible) y está ubicado en la unidad habitacional Hogares Castera en el Municipio de Tultitlán. El Parque consiste en un corredor de concreto de 15 m de ancho por 200 m de largo, en donde se agrupan diversos elementos construidos en concreto con color integral que configuran espacios de recreación.