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El otro Jeanneret

El otro Jeanneret

 

En la historia, no siempre aparecen los créditos “al final de la película”. Los seres humanos necesitamos generar personajes míticos individuales en los que colocamos un conjunto de valores colectivos. Estos “héroes” aparecen en todas las épocas y en todas las historias, incluso en nuestro ilustrado y cientificista mundo contemporáneo. De hecho, puede ser que ahora aparezcan más que nunca, ya que el individualismo es el sello cultural de un mundo hiperglobalizado y sobrepoblado.

Pero atrás del gran héroe, siempre hay personajes esenciales que quizás no sufran las penas de la crítica histórica, pero tampoco gozan de la gloria, y sin los cuales, el cuento no tendría protagonista.

Así pasa con Pierre Jeanneret, el primo y socio de Le Corbusier, que fue pieza fundamental durante prácticamente toda la vida profesional del héroe moderno. Le Corbusier siempre dio crédito a su primo, ya que todos los proyectos aparecen firmados por ambos, pero para el universo mediático la figura y personalidad de Charles Edouard aportaban el sello de glamur que requiere la fama.

En Chandigarh, la nueva capital del Punjab indio que ya he comentado en las tres anteriores publicaciones es donde finalmente llega la separación de la prolífica sociedad entre primos. Para dar seguimiento a la construcción de la ciudad, se requería la presencia permanente de los autores, pero la personalidad de Le Corbusier no podía quedar atrapada en un solo sitio, así que es Pierre quien, por voluntad propia y acuerdo con su primo, decide quedar como residente permanente del gran proyecto.

La decisión culminó con una enfermedad y la muerte de Pierre, pero durante su estancia, además de consolidar en físico los planes de la ciudad, produjo una arquitectura habitacional de mucha calidad y que deja ver claramente cómo las ideas siempre se producen colectivamente y la búsqueda de originalidad es sólo un prejuicio absurdo de nuestra racionalidad desencantada actual, ya que los elementos de lenguaje arquitectónico llevan el sello de toda la historia previa. ¿Cómo habrán sido las sesiones de trabajo de los Jeanneret y su equipo? ¿Quién aportaba qué y cuándo cedía uno u otro a ideas y alternativas? Quizás hoy en día esas serían los verdaderos relatos que deberíamos publicar para entender la historia de la arquitectura como lo que es: un fenómeno colectivo que deriva en formas de habitar. 

En Chandigarh, la gran retícula urbana va organizando en diferentes barrios el espacio habitable. En su utopía social, no hay barrios de acuerdo con un estrato social, el diseño pretende que cada uno cuenta con viviendas para diversos niveles socioeconómicos que interactúan a partir de las dinámicas que se traducen en espacios de comercio, estudio, recreación, abiertos y cerrados, privados y públicos. En el dibujo de la ciudad, cada barrio es una pequeña población que, sumada, forma la organicidad de un sistema complejo. En el dibujo, las arterias de flujo y movilidad se destinan según su escala y longitud, a distintas dinámicas que van de la motorizada para las grandes distancias, hasta la peatonal para las conexiones más locales.

Del dibujo, se pasa al habitar y suceden otras cosas, algunas similares a las imaginadas y otras opuestas o diferentes y, además, evolucionan en el tiempo. Chandigar no se habitó tal cual se tenía pensado en su momento, pero estando ahí y dialogando con los actuales habitantes, se percibe un sentido de pertenencia y orgullo. No es igual quien se muda, a quien ya nace en el sitio.

En el diseño de las viviendas y comercios originales de estas grandes super manzanas, participaron un gran número de arquitectos, y entre ellos, el mismo Pierre, mientras que su primo se enfocaba a los edificios gubernamentales, él era responsable de la cotidianeidad.

En homenaje, hoy comparto en las primeras 6 fotos un bello dúplex de su autoría en Chandigarh, de fina factura y coherente con los principios que durante toda su vida siguió en sociedad con Le Corbusier. Noten el manejo de la celosía, a la orientación de mayor asoleamiento. La expresión directa del material principal: el tabique de barro rojo. El volumen que se recorta para generar acento en el acceso, para bajar la escala tras dar la vuelta en esquina hacia en jardín privado, para crear la logia que mira a dicho jardín. Las pequeñas bardas que forman el atrio.

 En las otras fotos, la interesante escala peatonal en los espacios internos de estos barrios, que, a diferencia de los edificios institucionales, no forman parte de la “peregrinación” usual de arquitectos a la ciudad. Los juegos en el jardín colectivo, el grueso muro de tabique que cierra el espacio de la vivienda de un solo nivel (detalle que me ayudó a ver en su comentario, Juan Carlos Tello) el umbral para pasar de un barrio a otro. La barda ondulante de edificios colectivos o la gran celosía del edificio comercial. Es importante ver todo, no solo la obra del individuo, también de aquellas y aquellos profesionales que, por empatía con la visión, aportan con lenguaje similar sus propias ideas.

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