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Columnas

Dos sismos, 32 años de diferencia

Dos sismos, 32 años de diferencia

19 septiembre, 2020
por Vania Itzumi Catalán Pérez

Presentado por:

Los sismos son uno de los fenómenos naturales más intrigantes y aterradores para los habitantes de la Zona Metropolitana del Valle de México. En el mes de septiembre, muchos de ellos desempolvan sus memorias para conmemorar aquellos dos eventos que marcaron trágicamente la historia de la ciudad y otras partes del país. El primero, ocurrido la mañana del 19 de septiembre de 1985 y el segundo, el mismo día, pero 32 años después. La nostalgia invade a la mayor parte de la población y se realizan actos en memoria de quienes perdieron la vida a causa del derrumbe de edificios. 

Entre otras lecciones de ambos sismos, se ha aprendido que algunos de los edificios más vulnerables a presentar daños, y los cuales pueden impactar socialmente con mayor fuerza, son los destinados a vivienda. Esto se observa en el significativo porcentaje de vivienda dañada, tanto multifamiliar como unifamiliar, que en algunos casos siguen sin poder ser habitados. En el terremoto de 1985 Mw8.1, de los edificios colapsados total o parcialmente, alrededor del 55% correspondía a vivienda. Y para el de 2017 Mw7.1, más del 70%.

En un estudio de sitio, se obtuvieron algunos testimonios de los condóminos de los edificios dañados. Uno de los más sobresalientes mencionó: “Ni en mis peores pesadillas pensé que nos iba a pasar algo así. El sismo del día 7 de septiembre fue muy fuerte y si, se escuchaba un ruido muy raro en el edificio, llamé a Protección Civil y el día 9 vino una cuadrilla a revisarlo, el ingeniero responsable me comentó: el edificio está bien, muy fuerte y no hay de qué preocuparse, aguantó este sismo y aguantará otros más, sin que haya daños. Ese mismo ingeniero después del sismo del 19 me decía: No sé qué pasó, no sé porque el edificio sufrió tanto daño, si lo revisé perfecto y no tuvo nada el día 7″.

Se observa además que la gran mayoría de los edificios de vivienda que sufrieron algún daño, fueron construidos antes de 1985, lo que implica que podrían presentar mayor vulnerabilidad debido a que las estructuras ya han trabajado en diferentes sismos, aunque no hayan presentado daños a simple vista o éstos se clasificaron como daños menores, y ya han estado expuestos a las fuerzas sísmicas, liberado gran cantidad de energía. 

Esto significa que muchas estructuras podrían tener daño acumulado por sismos anteriores, aunado a otros factores que pueden aumentar su vulnerabilidad sísmica en relación con el comportamiento de los sectores constructivos, de la sociedad civil en general y de los propietarios de los inmuebles. Un vecino de un edificio dañado tras el sismo de 2017 comenta respecto al mantenimiento de su vivienda: “Tanto como darle mantenimiento no, es más creo que nadie, ni vecinos ni administradores sabíamos nada sobre la estructura del edificio y mucho menos de la cimentación, nunca hubo nada que nos pusiera en alerta, siempre pensamos que estaba fuerte y bien construido… hasta que sucedió el sismo”

Adicionalmente, se observa que no sólo la magnitud ha sido la diferencia entre estos dos importantes eventos: ambos presentaron características diferentes, considerando además de la magnitud, diferentes tipos de falla, ubicación, contenido de frecuencias, entre otras, por lo que todas estas diferencias pueden influir en el tipo de edificios dañados. 

Se deben revisar algunas generalidades para ambos terremotos con el fin de entender en términos sencillos, que un sismo no lo define únicamente su magnitud: hay muchos otros factores que influyen, por lo que no se puede asegurar que el comportamiento presentado por un edificio será igual para otro evento (importante recordar, además, que no hay edificios infalibles ante el riesgo sísmico). 

El primer evento sísmico que dañó gravemente a la ciudad en términos sociales y económicos aconteció la mañana del 19 de septiembre de 1985 a las 7:19:45, registrando una magnitud de Mw.8.1. Este evento de subducción se produjo en las costas de Guerrero y Michoacán, a casi 300 km de la Ciudad de México. Este mecanismo, presenta contenidos de bajas frecuencias en el suelo de la Ciudad de México —alrededor de 0.5 Hz—, donde por sus diferentes propiedades se produjeron grandes intensidades sísmicas en zonas con periodos de suelo de alrededor de 2 segundos. Como consecuencia de ello, se observó que los mayores daños se registraron en la zona de lago (zona III), así como en edificios de entre 7 y 15 niveles.

Ahondando en los daños al contexto construido en la Ciudad de México derivado de este sismo, la Fundación ICA reportó más de 130 colapsos totales y alrededor de 270 estructuras con daños severos, construidas y diseñadas con la normativa mexicana de 1957 y 1976. Además, se observó que dentro de las características constructivas para estos edificios, se encontraba el uso constante de losas macizas de concreto, usos diferentes al que en el diseño estaban destinados generando sobrecarga para la estructura, irregularidades en su configuración geométrica, localización en esquina, golpeteo con edificios de colindancia, planta baja débil (se refiere al primer piso formado con marcos y sus niveles subsecuentes con sistemas de muros de carga), e incluso se encontraron modificaciones al sistema estructural. Cobran importancia los edificios de esquina debido a que, regularmente generan dos fachadas que miran hacia la calle (muchas veces resueltas a base de marcos), y dos fachadas de colindancia (generalmente resueltas con muros). Esta diferencia de rigideces en los dos tipos de fachada genera torsión en la estructura.  

En 1985 las pérdidas humanas, la población afectada y las pérdidas financieras fueron de  alrededor de 10,000 víctimas, más de 2 millones de personas afectadas y más 4,100 millones de dólares —9,800 millones actualizados a 2019.

La mañana del 19 de septiembre de 2017, muchos habitantes de la Ciudad de México conmemoraron la tragedia de 1985, recordando algunos a familiares que perdieron la vida a causa del terremoto, sin imaginar que unas horas después ocurriría otro sismo catastrófico para la metrópoli. Una condómina de los edificios dañados mencionó respecto a un simulacro realizado en su unidad: ¡Jamás en mi vida pensé que dos horas después viniera el gran sismo que nos dejó sin casa! A las 13:14:40 la Tierra nos recordó que las 5 placas tectónicas bajo el territorio mexicano, están en constante interacción. En ese sismo, que registró una magnitud Mw7.1, el mecanismo generador fue de falla normal de profundidad intermedia, ubicado en los límites entre Morelos y Puebla y sacudió el centro del país, incluida la Ciudad de México, a una distancia aproximada de 120 km del epicentro. Este tipo de mecanismo, al contrario del sismo de 1985, tiene contenidos de altas frecuencias (alrededor de 1 Hz, Jaimes et al., 2015) en periodos más cortos. Entonces para el tipo de suelo de la Ciudad, se generaron grandes intensidades sísmicas en suelos con periodos de entre 0.7 y 1.5 s. Las zonas más dañadas fueron las de transición y lago, afectando principalmente a edificios de entre 4 y 10 niveles.  

Profundizando un poco más en los daños a los inmuebles se observó el colapso, total o parcial, de 38 edificios en la Ciudad de México, de los cuales más del 70% correspondían al sector de vivienda. La mayoría de los edificios que presentaron daños severos contaba con al menos la suma de dos irregularidades arquitectónico-estructurales (planta baja débil, irregularidades en planta y alzado, golpeteo, columna corta y localización en esquina) y además se observó que el sistema de entrepiso era a base de losa maciza de concreto en más del 60% de los edificios (20% más que lo observado respecto al sistema de entrepiso para el sismo de 1985). Adicionalmente, alrededor del 90% de los edificios colapsados fueron construidos antes de 1985, lo que implica que ya habían resistido un sismo devastador y que además no contaban con la actualización a la normativa vigente. 

En términos de pérdidas humanas, población afectada y pérdidas económicas, en el 2017 hubo 369 defunciones —228 corresponden a la Ciudad de México—, alrededor de 2,500,000 personas afectadas y pérdidas por 6,000 millones de dólares —6,200 millones actualizados a 2019. Adicionalmente se observa que, dentro de las pérdidas humanas, más del 40% fueron a causa del colapso de edificios de vivienda. Aunque es importante también mencionar que en algunas viviendas derrumbadas no hubo pérdidas humanas.

Durante los 32 años de diferencia entre ambos sismos, se hicieron actualizaciones importantes al reglamento de construcciones de la Ciudad de México y éstas funcionaron. De acuerdo con la plataforma Mexicanos contra la corrupción y la impunidad, únicamente un edificio construido con la normativa vigente entre esos años colapsó. Sin embargo, no hay que perder de vista que la filosofía del Reglamento de Construcciones de la Ciudad de México es salvaguardar la vida de los habitantes de los edificios, haciendo permisible cierto nivel de daños en las estructuras, siendo inconcebible su colapso. Es de vital importancia no olvidar que gran cantidad de edificios de vivienda que en 1985 aparentemente no habían sufrido daños importantes, para el sismo de 2017 fueron demolidos, o bien requirieron proyectos de rehabilitación importantes debido a la suma de algunos factores ya mencionados previamente y a las diferencias aplicables a cada uno de estos eventos.

Hay que tener presente que la ciencia aún no sabe cuándo ni que características tendrá el próximo sismo en México donde, de acuerdo con el SSN, durante el año 2019 se registraron 26,443 sismos. Un promedio de 72 sismos por día. Siendo así, claramente, una zona con alto riesgo sísmico por naturaleza. 

En esta fecha se conmemora a las víctimas, a la memoria de quienes perdieron la vida en las labores de búsqueda y rescate. Además se recuerda a los héroes de ambos sismos, y que la sociedad respondió a la emergencia desde diversos sectores y los diferentes contextos desfavorables que se conocieron a nivel nacional, en donde un factor constante pudo ser la falta de seguimiento estricto de la norma, y como consecuencia de actos de corrupción y malas prácticas se perdieron miles de vidas humanas. 

Además de conmemorar estas dos fechas, debemos continuar aprendiendo de ambos sismos, estudiando las diferencias, entendiendo que ningún sismo es igual y que no se deben comparar por su magnitud, y cómo es que cada uno golpeó a la ciudad y al entorno construido, para considerarlos así, como posibilidades para invertir esfuerzos constructivos y de normativas, y además acercar a la sociedad civil a esta naturaleza, para que la ciudad cada día sea más resiliente en términos sociales y estructurales, a pesar de localizarse en una zona con alto peligro sísmico. 

Bibliografía:

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  12. Salcido, Iván. “El terremoto de 1985. Treinta años en nuestra memoria. México: Sociedad Mexicana de Ingeniería Estructural, Casa de las Campanas Editores, 2018.

 

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