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Contra la vivienda mínima

Contra la vivienda mínima

15 abril, 2020
por Alejandro Hernández Gálvez | Twitter: otrootroblog | Instagram: otrootroblog

 

 

1. Vivienda mínima

Karel Teige —arquitecto, fotógrafo y crítico de vanguardia, nacido en Praga en 1900, dice su nota biográfica— publicó en 1932 Nejmenší byt. Eric Dluhosch, traductor del libro al inglés, explica que nejmenší quiere decir el más pequeño, mientras que byt es apartamento, pero también cuarto y, por extensión, vivienda. Dluhosch traduce al inglés como The minimum dwelling lo que al español acostumbramos llamar vivienda mínima. En el capítulo que trata ese asunto —y que da título al libro—, Teige escribió:

Cualquier discusión sobre este tema debe tener en mente que los problemas sociales y económicos reales de la vivienda para los estratos con ingresos mínimos para subsistir, difícilmente podría resolverse proponiendo alguna solución funcional ideal, por el hecho de que dicho ideal queda fuera de su alcance. La pregunta correcta a hacerse es, entonces, cómo proveer a esos estratos con una vivienda que satisfaga al menos los requerimientos mínimos para una vida saludable.

Pocos años antes de que Teige publicara Nejmenší byt,, el segundo CIAM, en Frankfurt en 1929, tuvo por tema Die Wohnung für das Existenzminimum, lo que a veces se traduce también como la vivienda mínima, aunque Existenzminimum es, además, salario mínimo o “los ingresos mínimos para subsistir”, de los que habla Teige. El título Nejmenší byt quizá sea más cercano a Kleinwohnung, la pequeña vivienda, como lo usó Alexander Klein en su artículo “Elaboración de plantas y configuración de espacios en pequeñas viviendas y nuevos métodos de valoración” — Grundrißbildung und Raumgestaltung von Kleinwohnungen und neue Auswertungs-Methoden—, publicado en 1928. En ese texto Klein citaba al doctor Gruschka quien decía que «el concepto de “mínimo de vivienda” —Wohnungsminimum— debe entrañar una profunda modificación, tanto cualitativa como cuantitativa, de cada una de las peculiaridades de la vivienda de modo que el funcionamiento de ésta se sitúe a un nivel asequible para la economía familiar… sin que ello suponga un deterioro de las condiciones de vida, tanto físicas como espirituales, de sus moradores.»

Hermann Muthesius, Wie baue ich mein Haus?, 1919

 

Para Teige, la idea de una vivienda mínima debería distinguirse radicalmente de la de un departamento pequeño y, sobre todo, de la de una casa unifamiliar chica —Das kleine Einfamilienhaus, como se titulaba un capítulo del libro de Hermann Muthesius Wie baue ich mein Haus?, ¿Cómo me construyo mi casa?, publicado el mismo año de la fundación de la Bauhaus, 1919. Teige escribió:

Si la vanguardia arquitectónica quiere reclamar el eslogan de la vivienda mínima, debe aprender a entender que el secreto de esa cultura de la vivienda en particular, cuyos representantes son Wright, Le Corbusier, Loos, Gropius y Mies van der Rohe, también es un secreto sucio de la sociedad actual, que con su máscara de opulencia y alta cultura —que revela una situación singular, expresada de manera inmejorable en el dicho popular “algunos tienen la dona mientras otros se quedan con el agujero” Se ha hecho costumbre en las revistas de arquitectura llamar a esta arquitectura, esa Baukunst, y a su suntuosidad técnica como “nuestra cultura de la vivienda”. Si eso fuera verdad, y si designamos como cultura sólo eso que es accesible a los ricos, entonces el eslogan de la “vivienda mínima” es, de hecho, un grito de guerra contra la cultura burguesa y contra la ideología arquitectónica burguesa, un llamado para una arquitectura socialista y proletaria, y una solución socialista al problema de la vivienda.

Para Teige, “el tipo dominante de vivienda es, naturalmente, el tipo de vivienda de la clase dominante”, reservada para ciertos niveles de prosperidad: “un salario mínimo —Existenzminimum— excluye la vivienda en el sentido convencional de la palabra.” Eso pasaba, según Teige, aun con la nueva arquitectura cuyo “enorme progreso técnico y arquitectónico” impresionaba, en la que “los ornamentos han desaparecido por completo y las formas simples, geométricas, han triunfado”, pero en la que se mantenían sin cambio “todas las características fundamentales del habitar burgués: la casa se mantiene como un objeto aislado, espacial, posando como una obra de arte.” Teige pensaba que las posibilidades ofrecidas por la arquitectura y la tecnología de su época no se habían realizado por completo. Y también pensaba que el principal obstáculo para una auténtnica transformación de la vivienda era que seguía basándose en la organización familiar burguesa y en el sometimiento de la mujer a las tareas domésticas: “la vida privada en las viviendas actuales está constreñida a conformarse a los dictados del matrimonio burgués”.

 

 

 

2. Cómo vivir en un departamento

William Heath Robinson nació en el Reino Unido en 1872. Su ambición era convertirse en un pintor de paisajes, pero para ganarse la vida empezó a trabajar como ilustrador de libros. Las mil y una noches, algunas obras de Shakespeare y cuentos de Hans Christiani Andersen. También escribió algunos libros infantiles. También empezó a publicar dibujos en algunos diarios. En muchos de ellos presentaba complicados y absurdos mecanismos usados para resolver tareas aparentemente sencillas. Sus invenciones se hicieron tan populares que su nombre se incluyó en el diccionario en 1912 para designar artefactos ingeniosos y, al mismo tiempo, absurdos. ¡Un Heath Robinson! Entre 1932 y 1933 dibujó una serie titulada Flat Life en la que presentaba artilugios para aprovechar al máximo el espacio mínimo de la vivienda moderna. En 1936, junto con K.R.G. Browne publicó un libro derivado de aquellos dibujos, How to Live in a Flat. En la introducción a su libro escriben:

La  historia no registra, hasta donde sé, el nombre de la persona que invento el Hogar —probablemente porque fue devorado por un megaterio de cuello retorcidio antes de que lo pudiera entrevistar la prensa, que por entonces aún no existía. Parece cierto, sin embargo, que el primer y original Hogar fue simplemente un agujero en un risco, sin ninguna de las comodidades modernas.

 

 

 

Las cuevas dejaron de ser populares —dicen— y alguien las sustituyó por un nuevo invento: las casas, que a su vez cedieron lugar a la vivienda del futuro: el departamento. De cierta manera los dibujos de Heath Robinson son un complemento irónico a las críticas de Karel Teige. Una pequeña burguesía se ve obligada a utilizar complicados artefactos para continuar con sus rituales domésticos en sus modernos y pequeños departamentos. La arquitectura es simple, geométrica, moderna —tanto que sus techos se ocupan para actividades deportivas, como años más tarde ocurrirá en la Unite d’habitation corbusiana. Pero las formas de vida y las formas arquitectónicas no se corresponden. Porque en el fondo, para cambiar la arquitectura hay que transformar las primeras tanto o más que las segundas.

 

3. Cómo ocupar una casa

Algunas de las invenciones de Heath Robinson me hicieron recordar una foto que hace años encontré en un periódico y recorté. Hoy no sé dónde está ese recorte —probablemente entre las páginas de algún libro esperando el reencuentro. Pero por suerte alguna vez la escanée, sin tener cuidado de anotar más datos acerca de la imagen. Recuerdo que se trata de una protesta de okupas, tal vez en Cataluña. Los ocupantes de la casa, que con sus acciones ponen en duda una de las máximas aparentemente inamovibles de la ideología burguesa: la propiedad privada, se instalan en un mecanismo no tan sofisticado como un Heath Robinson pero que sirve para lo mismo: extender el espacio doméstico interior. Con esa acción subvierten también otra lógica de la ciudad tradicionial, aquella que postula una diferencia entre lo que se hace en público y lo que pasa en privado. El espacio que ocupan los okupas realmente no está en la propiedad privada sino que se descuelga de la fachada de esta sobre el espacio público, en un espacio aún por definir.

Entre la crítica radical de Teige, la ironía de Heath Robinson y las acciones de los okupas algo se perfila: el problema de la vivienda no sólo se “soluciona” al organizar espacios e inventar formas arquitectónicas, hay que replantear formas de vida y, así, repensar las estructuras sociales y económicas en que se sostienen.

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