EL proyecto es un espacio dedicado al estar y la duración. El cubo de iluminación de un viejo edificio en la Ciudad de México es depurado en su máxima expresión para explorar el vacío y la espera. La instalación estuvo abierta al público durante dos semanas, en las cuales se convirtió en un área de apropiación para los usuarios dónde, más allá de aguardar, vivían una experiencia.

La espera se convierte en un proceso cognitivo de contemplación como estrategia de diseño. El espacio fue dividido verticalmente en tres elementos. Una escalinata de madera, una estructura erguida de aluminio que se difumina en el espacio y que enmarca el cielo y, finalmente, una celosía de aluminio que mapea la luz a través de sus estrías, que se manifiestan con sus propias sombras, dejando ver el paso del día.

El espacio es interesante por el contraste entre materiales como el metal y la madera, manteniendo una cromática afín, pero aferrándose al contraste de sus texturas, para dotar de diversos medios al descanso de la luz y el mapeo del tiempo. La ejecución de este lugar combina técnicas innovadoras de alta tecnología de materiales como el aluminio que fue diseñado y colocado de acuerdo al movimiento del sol y por el el trabajo artesanal de la madera.