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Arquitecturas del caos

Arquitecturas del caos

15 junio, 2017
por Josep Maria Montaner

Fragmento del texto publicado en el número 10 de la Revista Arquine, invierno del 2000 | #Arquine20Años

 

En las últimas décadas ha ido aumentando la conciencia del caos, interpretado éste como impredictibilidad de los sistemas. El caos se manifiesta en la evidencia de que los sistemas físicos estables explicables según las leyes de Newton se desestabilizan y desobedecen a su propio orden. El caos sería la forma extrema del desorden que se da en la naturaleza: un caos que está más allá de lo cognoscible y conceptualizable y, en el cerebro, más allá de la aspiración de establecer continuamente órdenes. El caos se opone al orden y está radicado en aquél inmenso espacio de lo indecible, inexpresable y enigmático; lo que según Ludwig Wittgenstein en su Tractatus Logico Philosopicus, no puede ser formulado: “lo que siquiera puede ser dicho, puede ser dicho claramente, y de lo que no se puede hablar, hay que callar”. El caos está más allá de los límites del lenguaje, es decir, de los límites de nuestro propio mundo.

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De todas formas, la idea del caos se ha recorrido todo el siglo, desde los dadaístas hasta la filosofía postestructuralista. Incluso se pueden rastrear dichos filamentos en las mismas formas generadas; los experimentos dadaístas y surrealistas se reflejan en las formas avivas y gestares de los expresionistas abstractos, y entre dichas formas encontramos los “clusters” propuestos por los arquitectos Alison y Peter Smithson, y así como a los teorizados de las geometría fracases de la ciencia contemporánea. Ha sido precisamente el mismo pensamiento estructuralismo el que ha generado en sus discípulos del postestructuralismo y la reconstrucción este acercamiento a la ausencia de estructuras, a la impredictibilidad de los sistemas, al desorden y al caos. En este contexto, Gilles Deleuze y Félix Guattari han señalado que la filosofía, el arte y la ciencia deben medirse y luchar contra el caos y lo imprevisible, extrayendo de esta atracción turbulenta sus posibilidades de regeneración. La ciencia no ha podido evitar experimentar una profunda atracción hacia el caos que combate, así Deleuze y Guattari apuntan que “la ciencia daría toda la unidad racional a la que aspira a cambio de poder explorar un trocito de caos.”

La posibilidad del caos se produce en un mundo en el que predomina la indeterminación, en un universo en el que, tal como lo han definido autores como René Thom, Ilya Prygogine, Benoît Mandelbrot o Ramón Margalef, el futuro no está escrito. También se produce en un mundo que acepta el vértigo de lo impredecible, lo inmensurable y lo infinito. El nuevo paradigma científico del caos sería el Segundo Principio de la termodinámica; principio hemorrágico según el cual en la evolución del universo hacia el desequilibrio predominan la degradación y el desorden. Se trata de un caos que para algunos posee un carácter seductor, un camino arriesgado de aproximación. Por otra parte, y al mismo tiempo, en arquitectura el uso de la computadora aplicada al proyecto arquitectónico ha reducido el terreno de lo inmensurable y lo inimaginable. Nuevas concepciones y formas más complejas y difíciles pueden representarse gráficamente y llegar a crearse y a construirse. Empiezan a hacerse evidentes formas arquitectónicas dinámicas, fluidas, cinemática, estructuradas en las triangulaciones y geometrizaciones de la computadora, que han potenciado los nuevos métodos de representación y de creación, tal como los viajes  aéreos potenciaron nuevas perspectivas de ciudades y el territorio. En síntesis, los nuevo sistemas de representación virtual están influyendo en la creación de formas reales.

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Las teorías y los proyectos de Peter Eisenman (1932) son los que de manera más sistemática han encarnado a la destrucción de las certezas y las reglas del sistema clásico, así como de los prototipos modernos de la arquitectura, afrontando el desafío del caos, de la explicación más manifiesta de una condición de crisis y de problematicidad. El antifuncionalismo, el antihumanismo y la atopía están en la base del pensamiento de Eisenman, cuyos referentes son los prototipos y modelos de Le Corbusier, Mies y Terragni para que, mediante procesos de transformación, se vayan destruyendo, reconstruyendo y pervirtieindo. Peter Eisenman propone lo hiper-analítico como superación de lo analítico formal y de lo analítico funcional. Las influencias iniciales predominantes en Eisenman fueron las del conceptualismo plástico de Robert Morris y Joseph Kosuth y de la gramática generativa de Noam Chomsky. La obra inicial de Eisenman se produce en total sintonía con los principios procesales y con el rechazo por parte del arte conceptual de la bella obra acabada. La filosofía del lenguaje de Chomsky, basada en la existencia de estructuras básicas y profundas del lenguaje, y en el desecamiento de un sistema de adición sintagmática de forma arborescente que se desarrolla desde el emisor, sirve de punto de p partida a las ideas de Eisenman. Todo ello se va sedimentando con la secuencia de influencias del pensamiento de la decosntrucción, posthumanista y postestructuralista: consecutivamente la influencia de Michel Foucault, Jean Baudrillard, Jacques Derrida y Gilles Deleuze.

Al mismo tiempo, la obra de Eisenman no se hubiera producido sin dos influencias arquitectónicas trascendentales. Por una parte el mecanismo formalista de la obra de Los Kahn, y por la otra, las certezas del brillante y vistoso formalismo analítico de su maestro Colin Rowe, basado en la expresión de invariables geométricas. Mediante la serie de casas unifamiliares conceptuales iniciada con la Casa I, Eisenman plantea una sistemática destrucción del espacio doméstico tradicional. Culminando este proceso, la Casa X se plantea como perversión y crítica radical al esquema de la casa Dom-ino de Le Corbusier. Si la casa de Le Corbusier es antropocéntrica, diáfana, de manera optimista abierta hacia el horizonte, la Casa X de Eisenman está fragmentada en formas laberínticas y pone en duda el mundo antropocéntrico. Si la casa Dom-ino tiene una estructura espacial horizontal y un carácter central, la Casa X tiene una estructura de visión vertical y un carácter suburbial. La casa Dom-ino es para un sujeto ideal, libre y feliz, que pretende controlar el territorio; la Casa X es para un sujeto pos moderno y problemático, prisionero en un mundo irremediablemente escindido y caótico.






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