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Alumbrado en el espacio público

Alumbrado en el espacio público

1 septiembre, 2020
por Anna Adrià

 

La red vial de la Ciudad de México tiene una longitud superior a los 10,000 kilómetros[1] que hace de la calle el espacio público más extenso de la ciudad. A pesar de que el alumbrado público es uno de varios elementos que conforman la calle, su papel es fundamental en la imagen, el medio ambiente y la economía de una ciudad.

Hasta la implementación de la luz artificial, la actividad de las ciudades estuvo ligada a los ciclos del día y la noche. A finales del siglo XIX las calles de la Ciudad de México estaban iluminadas por velas y lámparas de gas. No fue hasta diciembre de 1881 que se instalaron las primeras farolas en la Plaza de la Constitución y la Alameda Central alimentadas por generadores eléctricos[2]. A principios del siglo XX la red eléctrica detonó avances tecnológicos, aumentó la productividad al ampliar la jornada laboral y facilitó el uso del espacio público durante la noche.

De acuerdo con Luis Monteys, experto en alumbrado público, una buena iluminación garantiza las condiciones adecuadas para el tránsito de peatones y vehículos en vialidades y espacios urbanos de forma eficiente, segura y confortable durante la noche. Según datos de la Comisión Internacional de Iluminación (CIE), una buena iluminación urbana reduce los accidentes durante las horas sin luz natural en un 30%[3] y puede ayudar a disminuir índices delictivos al mejorar la percepción del espacio público como un lugar seguro.

Los factores y criterios de un buen alumbrado público son más técnicos que estéticos, ya que, su desempeño se mide en términos de eficiencia, vida útil, uniformidad lumínica y rentabilidad financiera. Sin embargo, la iluminación urbana puede dar personalidad al entorno favoreciendo la actividad comercial, social y cultural. También puede fomentar el turismo con una adecuada iluminación monumental permitiendo que se identifiquen espacios emblemáticos durante la noche.

Analizar y entender las actividades a realizar en el espacio público y sobre todo en las calles, permite identificar el tipo de usuario – conductor, peatón, ciclista u otros-, el entorno y los materiales del contexto, el tipo de infraestructura de alumbrado público – luminaria, estructura, instalación eléctrica y obra civil- y, por último, definir los niveles lumínicos en complemento con la normativa actual – luminancia, uniformidad, deslumbramiento, contraste, iluminancia horizontal y vertical-.

Una de las herramientas con las que cuentan los gobiernos locales para el diseño lumínico urbano es un plan director de alumbrado público. Se trata de un documento desarrollado por un grupo de expertos, que jerarquiza y ordena la iluminación de una ciudad de acuerdo a la tipología de cada uno los espacios urbanos.

El alumbrado público es una cuestión técnica que recurre a criterios estéticos y normativos. Por esta razón es importante contar con profesionales especializados que proponen un conjunto de intervenciones, normas y recomendaciones técnicas a seguir con el fin de orientar el diseño, la gestión y el mantenimiento de la iluminación urbana.

 


[1] Instituto de Investigaciones parlamentarias (sin fecha). Diagnóstico de movilidad en la Ciudad en México: El impacto del crecimiento vehicular (problemas, estadísticas y evaluación de políticas). [En línea]: http://aldf.gob.mx/archivo-9f6f5328e0f0853d4453d481cbffa2b6.pdf

[2] Servicio de Información Agroalimentaria y Pesquera (2018). Un día como hoy, pero de 1881, las calles de la Ciudad de México se iluminan por primera vez

[En línea]: https://www.gob.mx/siap/articulos/un-dia-como-hoy-pero-de-1881-las-calles-de-la-ciudad-de-mexico-se-iluminan-por-primera-vez

[3] Instituto para la Diversificación y Ahorro de la Energía (IDAE) y el Comité Español de Iluminación (CEI) (2001). Guía técnica de Eficiencia energética en iluminación. Alumbrado público. Madrid: IDAE Instituto para la Diversificación y Ahorro de la Energía.

 

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