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Obras

El museo y el bosque

El museo y el bosque

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Pabellón Museo Tamayo, ciudad de México, 2013

Arquitectura: Tatiana Bilbao, David, Vaner, Catia Bilbao
Diseño: Paola Toriz, Alba Cortes, Alec Perkins
Cliente: Design Week Mexico Society
Diseño estructural e ingeniería: Ingeniero Ricardo Gavira
Superficie: 168 M2

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El proyecto comienza con la invitación por parte de la organización de Design Week México para construir su primera intervención en uno de los edificios más representativos de la arquitectura mexicana del siglo XX: el Museo Tamayo de Arte Contemporáneo, construido entre 1979 y 1981, por Teodoro Gonzalez de León y Abraham Zabludovsky.

El Museo Tamayo es un claro ejemplo del ejercicio de integración con el lugar, por medio de la construcción de volúmenes ciegos en forma de paralepípedos escalonados , que emplean como referencia las pirámides prehispánicas (materialidad, luz y entorno). Encontramos que la separación entre el Museo Tamayo y el Bosque de Chapultepec no era ni demasiado estrecha como para que uno fuera la prolongación del otro ni demasiado amplia como para que existiera un espacio “entre” con un carácter propio. Éste hubo que leerlo, respirarlo y ponerlo en valor. Con esta intervención buscamos un diálogo entre museo y bosque; entre materialidades naturales y sus lenguajes propios. No quisimos llegar a unir ambos mundos, pero sí generar que la experiencia del espacio permita observar y respirar el uno desde el otro. Buscamos la oposición, y al mismo tiempo el encuentro entre la masividad y la calidez del Museo Tamayo y la ligereza de la intervención.

Creamos una estructura y la resolvimos en madera por ser un material con el que logramos todos los retos que el proyecto tenía: temporalidad, ligereza, presupuesto y tiempo de contrucción. Consideramos que la madera utilizada como cimbra tradicional mexicana nos daba todo ello. Es entonces una estructura que se materializó de acuerdo con los requisitos de diseño.

El ventanal original del museo, cerca del patio de esculturas, posibilitaba la vista a distancia de la vegetación, pero sin llegar a tocarla o a vivirla. Era un espacio estático de contemplación que impedía el diálogo y la aproximación entre el entorno y el edificio. Quisimos poner en valor la fachada posterior del museo y sus taludes, apenas reconocidos en la memoria del visitante. De esta forma la ventana se abre y el espacio se prolonga dando inicio a la experiencia espacial del visitante (recorrido, encuentro y contemplación dinámica).

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