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Mapas, edificios y tratados

Mapas, edificios y tratados

7 julio, 2015
por Alejandro Hernández Gálvez | Twitter: otrootroblog | Instagram: otrootroblog

En la tercera parte de El padrino, Michael Corleone se encuentra con el arzobispo Gilday, jefe del Banco Vaticano —quien se prepara para estafarle unos 600 millones de dólares— en su oficina: un espléndido salón decorado con murales que representan distintos mapas. El salón donde se filmaron esas escenas no está dentro del Vaticano, sino a unos 60 kilómetros al norte de Roma, en el pueblo de Caprarola, y es la famosa Sala del Mappamondo, del Palacio Farnese.

A principios del siglo XVI, el cardenal Alessandro Farnese, futuro Paulo III, se hizo de la ciudad y encargó la construcción de un castillo fortificado cuyos planos fueron dibujados por Antonio da Sangallo y Baldassare Peruzzi. Los cimientos de la fortaleza, de planta pentagonal, se terminaron de construir cerca de 1530. Treinta años más tarde, el nieto del Paulo III, que tenía su mismo nombre y que también era cardenal, decidió construir una elegante villa aprovechando lo que había construido su abuelo. Le encargó el proyecto al arquitecto más famoso de su tiempo: Giacomo Barozzi da Vignola.

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John Coolidge dice que, después de Miguel Ángel, el más famoso constructor romano del Renacimiento tardío fue Barozzi, mejor conocido por el nombre de su ciudad natal, Vignola. “Arquitecto a cargo de San Pedro —tras la muerte de Miguel Ángel—, arquitecto del pueblo romano, del «gran cardenal» Alessandro Farnese, buscado por Felipe II de España para ser el arquitecto de la corte, al momento de su muerte —el 7 de julio de 1573— Vignola probablemente era el más influyente arquitecto en el mundo. Los artistas de Roma acudieron en masa a su funeral y se le enterró con honores en el Panteón.” Vignola no sólo dejó varios proyectos, incluyendo la Villa Farnese en Caprarola, sino sus Regola delli Cinque Ordini d’Archittetura o, abreviando, el Vignola. Durante varios siglos el Vignola era tan indispensable para cualquier arquitecto con pretensiones como durante el siglo XX lo fue el Neufert. Con todo, dice el mismo Coolidge, “más allá del libro y de tres grandes edificios, no se puede encontrar entre su obra más que un puñado de trabajos menores,” y firma que Vignola no fue responsable completamente de ninguna gran obra, ni siquiera la notable Villa Farnese de Caprarola, iniciada por Sangallo y Peruzzi.

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En su análisis del trabajo de Vignola en la Villa Farnese, Loren Partridge ha encontrado que, aunque es muy probable que la fortaleza diseñada por Sangallo y Peruzzi estuviera prácticamente terminada, la construcción de los espacios interiores diseñados por este último ni siquiera se inició. También dice que se puede probar documentalmente que las rampas y escaleras y la logia y, lo más importante, el patio circular, son todos propuestas de Vignola, aunque ese patio no se terminó sino hasta 1579, seis años después de su muerte.

La Sala del Mappamondo también es parte del diseño de Vignola. La pared sur esta cubierta por un mapa del mundo que mide 7.62 metros de largo por 4.44 de alto. En el muro norte hay dos mapas, casi cuadrados y de poco más de tres metros de lado, uno de Italia y otro de Palestina. El muro oeste tiene los mapas de Europa y África, mientras el este los de Asia y América. En el techo, casi por lógica, hay un mapa de la bóveda celeste y los signos del zodiaco. Todo el mundo conocido, transformado ya en uno sólo: conquistado, sumándole los cielos, representados en un solo espacio. Una auténtica cabina de control —no es gratuito que Francis Ford Coppola haya puesto ahí a Michael Corleone y a los capos de la banca vaticana a negociar. Además de los mapas hay retratos de Marco Polo, Colón, Cortés y Magallanes: los exploradores y descubridores y el conquistador. La atribución de los murales también es asunto complicado, pues a los nombres de los pintores  —Giovanni De’Vecchi y Raffaello Motta— hay que sumar el de varios cartógrafos en cuyos mapas se basaron.

De Giacomo Barozzi da Vignola, Coolidge dice que, además de haber servido de puente entre la tradición del Renacimiento y el Barroco, es una figura única no sólo porque Caprarola es una de las obras maestras de la arquitectura sino porque, con sus reglas, “hizo evolucionar del caos y la riqueza del estilo constructivo del Renacimiento tardío, otro estilo que pudo ser aceptado ampliamente y desarrollado en el mundo entero.”

 

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