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Llevando el sistema al límite. Conversación con Marcos Catalán

Llevando el sistema al límite. Conversación con Marcos Catalán

26 julio, 2017
por Carlos Lanuza | Twitter: carlos_lanuza_

Marcos Catalán es diseñador por ELISAVA. Ha trabajado y colaborado con varios despachos de arquitectura e interiorismo y ha sido finalista de los premios FAD (Fomento de las Artes y del Diseño) en Barcelona, España.


Carlos Lanuza: ¿Por qué decidiste estudiar Diseño?

Marcos Catalán: Estudié Bellas Artes en la Universidad de Barcelona y Diseño en ELISAVA al mismo tiempo, pero no terminé Bellas Artes. Me encantaban pero no veía un futuro profesional. Hice mi ciclo formativo en letras y no en ciencias, por lo tanto no tenía acceso a carreras como Arquitectura –aunque creo que es una carrera más humanista que científica–. ELISAVA, al ser una universidad privada, me permitió acercarme al mundo del diseño.

Me decanté por Diseño por interés propio, por amigos o padres de amigos que eran arquitectos. Empecé estudiando diseño de producto y luego cambié a interiorismo. Tuve como profesor a Jordi Badia y mientras estudiaba empecé a trabajar con él haciendo maquetas, estuve en su despacho seis o siete años.

CL: Hablemos un poco sobre tus obras, ¿cómo llegó el encargo del bar Lexington y cómo surgió su diseño?

MC: Fue a través de unos amigos que me recomendaron como interiorista a unos chicos que querían montar un bar. Tenía poca obra hecha, el restaurante del Teatro en el Empordà, que era una especie de teatro antiguo de pueblo, y algún interior de apartamento más. No tenía página web y hacía poca comunicación.

Fachada del Bar Lexington

 

Con el Lexington se trataba de ordenar la geometría de un local muy alargado, con las escaleras del edificio en medio, que estrangulaban el espacio y generaban dos ámbitos dentro de uno. Además, nos encontramos con que había una cota de un altillo que también estrangulaba el espacio en sección. Esto fue lo que marcó y recorrió todo el espacio para generar una especie de dualidad entre la zona donde está la gente, de madera oscura, y la cúpula o el techo que es de un color dorado, los dos juntos vibran de una manera muy bonita. Esa cota también se relaciona con la carpintería de la fachada, donde se coloca la iluminación, el rótulo, y aparece también la iluminación de la barra.

Interior del bar Lexington

 

Es un juego de dos materiales, por un lado la madera oscura y por otro el color dorado, muy cálido, que intenta teñir la luz con el color de los lugares antiguos. Intentamos buscar esa imagen y apareció también el latón, un material que no se suele utilizar en las barras, a pesar de que es muy noble. Normalmente se utiliza acero inoxidable, mucho más frío.

En el local aparecen dos espacios y un pasillo, con una especie de oasis pequeño en el medio. El espacio del fondo es entendido como un lugar que permite hacer crecer o decrecer el local. Al final todo se cierra con una gran cortina de teatro, haciendo alusión al mundo de la restauración en el que todos van para ser vistos. Cuando el bar está abierto la cortina queda a los lados y además funciona muy bien acústicamente, viste toda la zona de la entrada y marca la altura real del lugar.

Interior del bar Lexington

 

CL: Luego vino la casa Mariano.

MC: Creo que casa Mariano es la primera obra en la que empezamos a implementar un sistema que lo modula todo, un esqueleto. Todo empezó con la madre de un conocido, diseñadora gráfica, que decidió emanciparse de su familia. Vivía en una casa muy grande con todos sus hijos, los dejó en casa y se compró un apartamento, un entresuelo en la calle Mariano Cubí, una zona estupenda de Barcelona.

El apartamento estaba hecho polvo, tenía un pequeño jardín que daba al patio de manzana, con lo cual tenía mucho potencial, pero era muy pequeño, menos de 40 m2. Se trataba de incorporar el programa funcional de una vivienda, con dos dormitorios -por si alguien más se quedaba a dormir-, y con los máximos lujos. Este fue el encargo, y todo nació de lo que se llevaba del apartamento anterior, un sofá LC2 de Le Corbusier que le encantaba. A partir del sistema del sofá, que es una estructura que recoge unos cojines, desarrollamos toda la casa, es el leit motiv.

Interior de la Casa Mariano. Fotografía: Eugeni Pons

 

La organización de la casa se hace con tres muebles, y el mueble lo entendemos de muchas maneras. Hay un mueble central que articula el programa y alrededor del cual gira la casa, hace de burladero de los dormitorios, es el contenedor del estar. Luego hay dos muebles paralelos que forman una H con el anterior, uno es la cocina y parte del armario del dormitorio secundario y otro es la propia fachada, modulada como el mismo esqueleto.

Interior de la Casa Mariano. Fotografía: Eugeni Pons

 

Las carpinterías tienen la misma medida, siguen la misma cota y el mismo lenguaje y son entendidas como mueble. La fachada toma profundidad, y se llena de programa al contener parte del baño. El mueble central aparece todo blanco, con el esqueleto subrayado con una madera oscura tropical. Respetamos algunas preexistencias como el techo de bovedillas y las viguetas de madera que dejamos vistas, teñidas de blanco para que formaran parte del contenedor.

Interior de la Casa Mariano. Fotografía: Eugeni Pons

 

CL: Y el Vivant….

MC: El Vivant fue casi consecutivo. Nos encontramos con un local muy complicado, alargado y con un eje en diagonal. El tema de la casa Mariano aún estaba en el tintero, nos propusimos ordenarlo a través de un sistema -también como un esqueleto-, y quisimos llevarlo hasta el límite. Se pintó todo de blanco y se dejó esta estructura que salta por delante.

Fachada del restaurante Vivant. Fotografía: Eugeni Pons

 

En este caso el esqueleto también resuelve el programa, configura las estanterías, los botelleros, modula y expone las preexistencias como el ladrillo visto y todas las cicatrices que iban apareciendo. La estructura también se hizo más compleja, se conformó con dos montantes verticales separados por una T metálica, y junto con los junquillos hacen que la luz resbale mejor y que la estructura sea más interesante. Recorre todo el espacio, forma la estructura de la barra y las neveras.

Recuperando cosas del Lexington, la sección vuelve a ser importante, hay una cota que ordena el espacio en sección, que proporciona y recoge al usuario y genera una especie de cúpula, en este caso son como unas bambalinas que hacen de filtro de la luz con carriles trifásicos y cristales translúcidos. Al final el espacio no es diáfano, sino que es una secuencia de ámbitos.

Interior del restaurante Vivant. Fotografía: Eugeni Pons

 

Además el acceso es muy estrecho, y el propietario quería que la barra lo dominara todo y que estuviese en relación con la calle, con el exterior. Esto nos obligaba a ponerla en la entrada. Otra de las estrategias que implementamos fue desmaterializar la barra, todo el programa que contiene (neveras, fregadero, tirador de cerveza, estanterías) pasan a la contrabarra, adosándose a la pared con distintas profundidades. En el caso de la entrada, el sitio donde se colocan las neveras para exponer el producto tiene medidas especiales, está envuelto por la estructura. Luego la barra se amplía y se adapta a la medida que necesita para acoger un lavavajillas, y cosas que son imposibles de hacer a medida especial.

Barra y contrabarra del restaurante Vivant. Fotografía: Eugeni Pons

 

La barra se vuelve ligera y se convierte sólo en un contenedor de copas y vasos. Es muy estrecha y además tiene la altura de una barra de cocina, normalmente son de 1.10 m porque sirve para esconder cosas, pero esta es de 0.90 m. porque no hace falta. Se aligera mucho, quitándole todo el programa, toda la maquinaria, lo cual creo que fue básico para que el local adquiriera interés. Aunque en las fotos frontales no se ve la barra en planta está inclinada y genera esta geometría en diagonal. Además de ser ligera se convierte en un burladero del que se puede salir por ambos lados.

Interior del restaurante Vivant. Fotografía: Eugeni Pons

 

CL: ¿Qué buscas cuando desarrollas un proyecto de interiorismo?

MC: El interiorismo actúa sobre un lugar existente, y por tanto lo primero que busco es que el cliente saque el máximo partido de ese lugar con el programa que te da, en este caso una cafetería/restaurante. En el Vivant es muy claro, un lugar complicado, intentamos utilizar todos los recursos disponibles para que luciera lo mejor posible. Los espacios públicos, que son espacios para ser vendidos, deben ser atractivos a nivel de atmósferas.

Con el Vivant, la atmósfera ha salido de aplicar un sistema y de tener ciertas referencias icónicas, a nivel de imágenes. En el caso del Lexington fue del Four Seasons de donde queríamos extraer esa calidez y glamour, y también tuvimos presente un cuadro de Rothko, con su dualidad. El Vivant es más de referencias anónimas, de hacer telones con los cristales mate y la estructura, como un teatro. Otra cosa sobre el Vivant es que el pavimento intenta representar el lugar donde está -el Ensanche de Barcelona-, en el cual históricamente las viviendas se han tratado con pavimentos hidráulicos, que se convierten en pequeñas alfombras y formalizan diferentes ámbitos.

Todo esto ayuda al final a mejorar el lugar, es bueno que llegues a un restaurante y haya muchos rincones, que te puedas sentar en diferentes sitios. Aprovechamos los retranqueos y los potenciamos para poner mesas, además de los sofás lineales. Siempre hay una fase previa de un imaginario de fotos, desde arte hasta arquitectura, interiorismo, materiales, paisajes, que sirven de referencia para tirar de ellos e intentar trasladarlos al espacio.

Vista desde la terraza al interior de la casa Mariano. Fotografía: Eugeni Pons

 

CL: ¿Qué piensas sobre la manera cómo ha cambiado el diseño en Barcelona?

MC: El mundo está en constante cambio, el período de los bares de diseño de Barcelona era parte de una coyuntura. Me encantaría volver a aquello, había mucha efervescencia y fue muy fértil. Yo creo que si hay algo que hemos perdido con respecto a esa época tiene que ver con la identidad. Todos esos lugares estaban relacionados con Barcelona, si entrabas a cualquiera de esos bares sabías en qué ciudad estabas. Ahora entras en cualquier sitio y podrías estar en cualquier parte de Europa, e incluso de Estados Unidos.

Hay tanta información y se mueve tan globalmente, que todos bebemos de lo mismo. Está siendo todo muy parecido. Me sabe mal que se pierda la identidad de esta ciudad. Mi intención por lo menos es recuperarla, aunque no es tan fácil.

CL: ¿Y cómo se puede beber del lugar?

MC: Con pequeños guiños, con referencias, o donde se dé una coyuntura histórica que lo permita.

CL: ¿Cómo trabajas la iluminación?

MC: Hay una cosa que siempre está ahí, que es iluminar con el claroscuro, intentar acercarse a la pintura. El claroscuro genera profundidad y te da riqueza espacial, es lo que intentamos hacer. Iluminamos las viviendas con lámparas, que filtran la fuente de luz y la cualifican, le dan una textura, bañan de diferentes maneras.

En espacios públicos, como bares y restaurantes, también se intenta trasladar lo doméstico, para generar confort, como si estuvieses en casa. Eso proporciona, por ejemplo, la lámpara de Coderch, sabiendo colocarla en un lugar concreto -en un rincón-, es capaz de generar un ámbito.

Interior del restaurante Vivant. Fotografía: Eugeni Pons

 

CL: ¿Cuáles son tus referencias?

MC: Mis referencias van desde cosas anónimas, hasta arquitectos muy concretos. Actualmente me guío más por la línea de Peter Zumthor, la Bauhaus, Alvar Aalto, Le Corbusier.

También interioristas que lo han hecho bien, como Dani Freixes -controla muy bien los espacios interiores-, Fernando Salas y otros diseñadores como Federico Correa y Alfonso Milá, que son los que hicieron el Giardinetto y el Flash Flash. Otra referencia es la historia cuando resuelve las cosas por necesidad, que es cuando están bien resueltas. Si empiezas a mirar lugares de restauración previos a Correa-Milá te encuentras con bodegas fantásticas completamente anónimas, que el paso del tiempo termina curtiendo, y son espacios que tengo en cuenta y que creo que se deben conservar, con esa patina histórica. Muchas veces la gente no sabe que está pero se percibe, como en el bar Marsella.

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