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La gravedad de un nombre

La gravedad de un nombre

2 abril, 2018
por Juan Palomar Verea

La ex Glorieta de los Niños Héroes es un curioso monumento. Su autoría, muy en la línea nacionalista estalinista de los cincuenta, se debe al notable arquitecto Vicente Mendiola. Se sigue llamando, como desde chicos, La Mona de Lafayette; pero este es un nombre íntimo e imborrable para muchos. Ahora, para todos, se llama Glorieta de los Desaparecidos. Hasta tiene un himno. Lo compusieron los Fabulosos Cadillacs: Desapariciones. “Llevo tres días buscando a mi hermano…”

Estupendo nombre el que para este bautizo, en esta hora gravísima para la patria, le pusieron los muchachos a este señalado hito urbano. Pronto habrá pueblos enteros que se llamen Los Desaparecidos. Estupendo y tristísimo nuevo nombre de la glorieta, como el que la banda le puso gozosamente en ese caso al también estalinista (por su nombre, no por su factura) Parque de la Revolución: Parque Rojo.

Que nadie se extrañe de estas mudanzas: son de las buenas, de las que la gente entiende y escoge para apropiarse mejor lo que es suyo. Como la de la Plaza del Dos de Copas. Y no como tantos cambios infames, tal el de Tolsa y Munguía por el de un prócer universitario, y como tantos otros atropellos toponímicos. Pero Tolsa y Munguía, arquitecto y textilero eximios respectivamente, rifan.

Así que Glorieta de los Desaparecidos tenemos. Aciagos días. Negros días. Pero a los Niños Héroes también los desapareció la guerra. A lo mejor, para hacer todavía más aguda la protesta, habría que desaparecer a los infantes heroicos bajo una lona negra. Por lo pronto.

Y luego una campaña de combate: tapar también a los que la gente les dice “Los niños meones” de la Plaza Tapatía, al monumento a La Madre, a Benito Juárez y etcétera. Y esto no es ningún juego. Si a la ciudad no la asiste la solidaridad y la justicia se desintegra, podríamos estar en ese borde. El pacto social, el pacto urbano, está resquebrajado. El miedo es un traidor que disuelve las hermandades y los acuerdos. El miedo ya lleva devorado por deserción el 16% de la ciudad, vuelta ahora otra cosa a la que le dicen “cotos”.

Nombre es destino. Es un asunto grave. El que la banda haya rebautizado a la ex glorieta de los Niños Héroes es un hecho insólito. Lo del Parque Rojo fue algo gradual. Esto fue un estallido en la cara de una ciudad y unas autoridades acobardadas y/o ineptas, de una ciudadanía desmovilizada e hipnotizada por la televisión y el reguetón. Un hasta aquí. En Buenos Aires, la plaza de Mayo se llama La Plaza de las Madres de Mayo. Y ahora de las Abuelas. Como una losa insoportable de dolor e impotencia.

Que esa losa no caiga, no siga cayendo ahora sobre nosotros. Nadie puede ser indiferente. Ya estuvo.

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