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Desde el frente: contra las bienales del ego (II)

Desde el frente: contra las bienales del ego (II)

11 noviembre, 2015
por Juan Palomar Verea

Publicado originalmente en El Informador

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Las bienales de arquitectura son una añeja tradición dentro del gremio. Vienen, posiblemente de los concursos y las muestras escolares de la École de Beaux-Arts, y luego de las etapas heroicas de las primeras modernidades, cuando fueron el vehículo de combate para una forma de entender la arquitectura que requería su exposición y difusión para sobrevivir y ganar más adeptos. Se comprende y se agradece. Pero los tiempos cambian, y las luchas que se necesita dar también.

Está por inaugurarse la Bienal de Arquitectura de Jalisco, organizada por el capítulo local de la Academia Nacional de Arquitectura. Meritorio esfuerzo. Pero, como ya quien esto escribe respetuosamente lo ha dicho, y ahora lo repite, ese esfuerzo bianual por mostrar muy parcial y pálidamente (ver anterior columna) y para su mutuo y casi exclusivo solaz las hechuras de algunos arquitectos debería más bien enderezarse para demostrar, en los hechos, el ejercicio útil, eficaz, creativo y fecundo del oficio. Sin ir más lejos, utilizar la misma energía (o más, esperanzadamente) que se emplea en organizar, producir imágenes y cartones al uso, museografiarlos, montarlos y admirarlos para en cambio ir, en grupo, en Academia, a algún pueblo (o un barrio) requerido urgentemente de arquitecturación y realizar allí un taller-repentina de dos o tres días, al término de los que se podría entregar al pueblo o al barrio del caso, a sus autoridades y/o a sus vecinos, una modesta pero significativa contribución a su mejoría integral arquitectónica. Y, entonces, comunicar a quien sea pertinente los resultados comunes de la Academia, sin protagonismos ni egos sobados. Así se podría hacer mejor honor a los objetivos de la institución, y sería mucho más divertido y pedagógico. No se puede ser complaciente ni convencional en tiempos como en los que vivimos, cuando la práctica profesional de la arquitectura está en una grave crisis y existe como nunca una aguda necesidad social del verdadero oficio del arquitecto.

Circula también estos días la convocatoria mexicana para la participación nacional en la Bienal de Arquitectura de Venecia del año próximo. Pasa casi lo mismo, aunque el enfoque de estas muestras haya evolucionado últimamente. En la bienal pasada, curada por Rem Koolhas, pudimos ver una inenarrable colección de “fundamentals”: puertas, ventanas, barandales, herrajes, etcétera y algunas cosas más interesantes, sobre todo de los países llamados emergentes. Pero no pasa mayor cosa. Este año Alejandro Aravena, el curador, propone el tema “Reportando desde el frente”, que suena mejor. Al efecto, por primera vez se hace un esfuerzo de tomar –aparentemente- en serio a lo que la provincia mexicana produce y no aplicar el tan conocido “chilangazo”. Y el arquitecto Salvador Macías ha convocado a un grupo más o menos heterogéneo de arquitectos tapatíos a ver qué se propone. Bravo.

Muy bien: Pero, ¿cómo enfocar un esfuerzo destinado al Arsenal de Venecia -o a alguna otra sede menos favorecida de la Serenísima- que valga la pena, desde Jalisco, desde Guadalajara? No, ciertamente dando paso al consabido desfile de creaciones arquitectónicas más o menos dispersas e irrelevantes. No porque puedan quizá carecer de interés algunas obras valiosas. Sino porque se continuaría así la inercia del convencionalismo, del individualismo casi siempre estéril y de la búsqueda del brillo personal y efímero en lugar de proponer planteamientos socialmente útiles realizados coordinadamente a partir de una plataforma territorial y espacial compartida y coherente.

Una propuesta en concreto: los arquitectos Pedro Alcocer y Sandra Valdés han estado realizando los últimos años un trabajo apasionante que se llama Anillo Primavera. Tiene que ver con el bosque del mismo nombre, con sus bordes cada vez más amenazados, con los múltiples contextos que en varios municipios requieren de arquitecturación. Esto es, de ordenamiento espacial, de alternativas urbanas y arquitectónicas, de actuaciones de todas las escalas y desde diversas disciplinas. Este es un enorme “frente” desde el que habría que reportar los trabajos arquitectónicos pertinentes, urgentes.

Podrían formarse, bajo la coordinación de Pedro Alcocer y Sandra Valdés, uno o varios equipos que atacaran ordenadamente distintos frentes de trabajo mediante una serie de visitas a los lugares o áreas concernidas y una serie de sesiones repentinas en las que, de la manera más sencilla, inmediata y contundente posible se planteen alternativas urbano-arquitectónicas. Con un buen collage de los resultados podríamos aspirar –como grupo- a presentar algo significativo al jurado que elegirá la representación mexicana y -¿quién sabe?- al público de Venecia. Pero sobre todo adelantaríamos y contribuiríamos en el muy amplio e indispensable trabajo en favor de la Primavera y de nuestro estado. Y, claro, brindaríamos por la musa.

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