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Contexto como arquitectura

Contexto como arquitectura

14 octubre, 2015
por Pedro Hernández Martínez | Twitter: laperiferia | Instagram: laperiferia

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Frank O. Gehry es, sin duda, uno de los pilares del denominado Star-System Arquitectónico. ‘Su’ Museo Guggenheim en Bilbao es uno de esos proyectos al que se señala cuando se quiere poner de manifiesto las características de esta arquitectura. Esta Starchitecture es una arquitectura excesiva, en forma y costo, que tiende a desvincularse de cualquier idea de lo social, y se conecta con los grandes poderes económicos y la espectacularización mediática, una arquitectura convertida en un objeto meramente estético, pura mercancía, lista para ser consumida.

Bilbao catapultó a la fama mundial al arquitecto canadiense y trajo tras de sí -apoyado en un momento de enorme bonanza económica- el deseo de presidentes, alcaldes o empresarios por producir un gran edificio que, además de atraer al jugoso turismo y sus ingresos, permitiera convertir cualquier pequeña ciudad en un ícono global. Llegada la crisis, se cuestionó entonces la desmesura de unos arquitectos a los que les parecía importar más su obra que su utilidad y ser meros ideólogos al servicio del capital. Preguntado por esta situación, Gehry se defendió con su dedo corazón. Un movimiento sencillo, que le costó airadas críticas desde distintos frentes que acabaron por reducir y caricaturizar su trabajo a simples gestos, tan aislados como el perpetrado como respuesta.

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¿Cómo entender su trabajo más allá de lo espectacular? ¿Cuál es el verdadero origen de su forma de hacer arquitectura? ¿Cómo reivindicarlo como proyectista?

Estas son algunas de las preguntas que quiere responder el libro Contexto como arquitectura de Carlos Salazar Fraile (Editorial Micromegas). En poco más de 100 páginas y siete capítulos, el autor desgrana el contexto que le dio origen: la ciudad de Los Ángeles y el territorio de California: allí donde aspectos técnicos como el ballon-frame comenzó apogeo desde el expansión colonial estadounidense durante siglo XVI, configurando una arquitectura ligera, capaz de ser autoconstruida por una mano de obra no cualificada que derivó en conceptos como el bricolaje, el do-it-yourself o los catálogos y manuales de construcción; allí donde terremotos o inundaciones eluden cualquier concento de persistencia en el tiempo; allí donde la movilidad individual del automóvil creo un mundo suburbano, de casas baratas, anónimas y sin contenido, realizadas con materiales prefabricados donde se come comida basura y se ve televisión; allí donde, influidos por esa estética material, artistas como Edward Kienholz, Larry Bell, Ed Ruscha, John Altoon, Jasper Johns, Claes Odenburg, Roy Lichtenstein, Richard Sierra y Frank Stella llevaron la escultura, la fotografía o la pintura a un nuevo sentido; y allí donde se gestó la posmodernidad, ese lenguaje que intentó combinar lo culto, simbólico y elitista con lo popular, cotidiano y banal.

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Una suma de hechos que empaparon por completo la casa que el propio arquitecto se hizo para sí mismo en Santa Mónica, una casa en constante construcción, realizada con materiales toscos, usados de forma muy directa en combinaciones no esperadas que provocaron el enojo de sus vecinos. Una casa que sirvió como laboratorio experimental y en la que es posible encontrar los rasgos de su obra posterior. Una casa que, como ha apunta la historiadora Beatriz Colomina, fue “la casa que construyó a Gehry”.

Valiéndose del contexto, Carlos Salazar analiza esta casa y nos permite ver el contenido detrás de los ‘excesivas’ fachadas que se le definen.

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