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¿Se puede enseñar a proyectar?

¿Se puede enseñar a proyectar?

7 febrero, 2015
por Alejandro Hernández Gálvez | Twitter: otrootroblog | Instagram: otrootroblog

Esa pregunta, simple y nada ingenua, es la primera que le lanzan a Alberto Pérez Gómez en una entrevista que publica la Universidad Iberoamericana en un libro bilingüe, en inglés y en español, editado por Alejandro Aguilera y José Alejandro Ayllón.

Alberto Pérez Gómez nació en la ciudad de México en 1949 y estudió en la Escuela Superior de Ingeniería y Arquitectura del Instituto Politécnico Nacional. Desde la segunda mitad del siglo pasado, México no ha sido tierra fértil para los estudios y la producción de teoría, historia y crítica de la arquitectura. Además, la formación supuestamente técnica de un ingeniero-arquitecto egresado del Poli nos haría pensar que la teoría y la historia estarían entre sus últimos intereses. Sin embargo, Pérez Gómez, tras sus estudios de posgrado en Inglaterra y una larga carrera académica en Europa, Estados Unidos y principalmente en Canadá —donde dirige el programa de Historia y Teoría de la Arquitectura en la Universidad de McGill— ha llegado a ser reconocido en ese campo y, junto con voces como las de sus maestros, Dalibor Vesely y Joseph Rykwert, y de pensadores como David Leatherbarrow, Juhani Pallasmaa o el filósofo Karsten Harries, es uno de los teóricos más reconocidos del pensamiento fenomenológico en —o desde— la arquitectura.

“Sí se puede enseñar a proyectar —responde Pérez Gómez— siempre y cuando no entendamos a la escuela como una simulación de la práctica.” Como la pregunta misma, esa salvedad en la respuesta no es ingenua y pone de golpe en crisis buena parte de la manera como se enseña a proyectar arquitectura en México y probablemente en muchos otros lugares donde, casi como parodia, el profesor se finge cliente y el taller una oficina profesional. El sitio es real, como también es real el programa y reales o, de menos, realistas las soluciones que se le piden al alumno. Todo esto genera un gran equívoco pues la realidad es lo que menos se investiga y, por tanto, lo que menos se cuestiona en este modelo educativo que se asume una versión controlada del mundo de afuera y que en realidad no es más que una reducción simplista de la compleja materialidad del mundo. El supuesto cliente no es más que una lista de prejuicios disfrazados de necesidades, sin deseos ni pasiones y jamás condicionado ni por su biografía ni por su economía, ni por sus gustos ni por sus afectos. Sería más realista diseñar —como en algunos ejercicios que en algún momento quizás juzgamos tan fantasiosos como fastidiosos— la casa de Madame Bovary o la cabaña de Robinson Crusoe que la de una familia reducida al número de hijos y los metros cuadrados de un terreno: sabemos más, mucho más de Emma y de Robinson que del señor y la señora X y sus dos niños.

Seguramente una de las peores taras derivadas de esa concepción de la enseñanza de la arquitectura es la incapacidad o incluso la renuncia a producir conocimiento genérico o general que, luego, pueda ponerse en práctica en diversos problemas específicos y, al mismo tiempo, la poca o nula precisión al plantear respuestas particulares que sirvan a su vez para enriquecer el conocimiento genérico: ni se quema al santo ni se le alumbra.

¿Se puede enseñar a proyectar? Sin duda, dirá Pérez Gómez, pero “es imprescindible entender que el proyecto no es una reducción de la práctica y que, si entendemos el momento de estar en la escuela como la posibilidad de una educación más amplia, donde el proyecto se entiende como promesa a una sociedad entendida cabalmente a través de sus historias y donde se comprende el sentido de la práctica con raíces éticas, humanísticas y culturales, entonces se puede experimentar en un sentido legítimo.”

De la educación en arquitectura
Alberto Pérez Gómez
Edición y compilación: Alejandro Aguilera González y José Alejandro Ayllón Ortiz
Universidad Iberoamericana, México, 2014

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