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Columnas

Cosas nostras

Cosas nostras

23 junio, 2014
por Félix Arranz | Twitter: felixarranz

Qui gravi morbo correpti dolores non sentiunt, iis mens aeggrotat”
Quienes no sienten que una grave enfermedad les aqueja están mentalmente enfermos

Hipócrates, citado en La carta de Lord Chandos, de Hugo Von Hofmannsthal, 1902

(…) You got altered information
You were told to not take chances
You missed out on new dances
Now you’re losing all your dimples. (…)

Pete Townshend, The Who, Quadrophenia “I’ve Had Enough”, 1973

people

En tan apenas un par de semanas de junio la agenda de convocatorias de eventos de arquitectura, para quien atiende la agenda desde el norte de la península ibérica –o si se prefiere, desde el sur de Europa– ha resultado de una muy especial intensidad y precisión: La Mostra di Archittetura ‘fundamentals’, en Venecia, BCN RE.SET, en Barcelona y el III Congreso Internacional de Arquitectura y Sociedad, en Pamplona, se han sucedido en perfecta continuidad. No pretendo con este documento entrar en el pormenor de las tres convocatorias sino ofrecer una reflexión –algo alambicada, ruego disculpas de antemano– sobre una contingencia transversal que identifica en el devenir del profesional arquitecto, hoy en carne viva, algunas contradicciones contemporáneas para terminar desencadenando una noticia sorprendente.

Si dejamos por un momento inertes los nuevos prejuicios y lugares comunes de lo periodística o políticamente correcto y atendemos exclusivamente a la pura y espontánea sensibilidad profesional resulta palmario que cualquiera de los tres acontecimientos: expositivo en Venecia, celebrativo en Barcelona y congresual en Pamplona, han de resultar en exquisiteces plenas para el paladar de un arquitecto tanto desde las posiciones insconscientemente acríticas que corresponden a la profesión, como desde la pura consciencia crítica, que corresponde al oficio. Son acontecimientos exactos en los que se expone, muestra o explica una selección de “lo mejor” de lo que oficialmente hemos aprendido, aprendemos o estamos dispuestos a reconocer que necesitamos aprender como arquitectos, y se despliega de la “mejor” de las maneras conocidas posibles: con recursos, con presencia y con brillo. 

Cualquier arquitecto, en la medida en que atienda su tensión profesional, no tiene otra opción que la de disfrutar, literalmente, de cada una de las exposiciones, conferencias o instalaciones de estos acontecimientos. Como lo hace en su ambiente el cirujano sabiendo de los recursos e intervenciones de colegas que intervienen en las antípodas del planeta: unos con las manos desnudas y otros con láser y realidad aumentada; o el matarife escuchando lo mejor de las nuevas técnicas del troceado cárnico mediante sistemas de corte programado; o el programador escuchando los beneficios de un código autocrítico de boca de un desarrollador psicólogo. Son asuntos profesionales. Se puede, ahora desde una postura convencionalmente crítica, discutir y de hecho se discute febrilmente si deberían y podrían haber sido otros los temas, los conferenciantes o los manifiestos construidos, también si las intervenciones no han de ser aburridas o divertidas, pero siempre admitiendo su interés por lo ofrecido y también su calidad. Y confirmando, finalmente y sin complejos, que a pesar de su intensa difusión pública general y de ofrecer voluntades de integración social las convocatorias sectoriales sólo son comprensibles e interesantes para los profesionales y nadie más, con una consecuencia si invaden el espacio público… ofenden o pueden ofender a quienes no lo son, no quieren serlo o pasaban por allí, que de tan ajenos a lo profesional sólo pueden recibirlas como algo extraño, incómodo, aparente, caro y en consecuencia superfluo.*

Situados en ese plano no olvidemos el contexto cotidiano del conflicto profesional/personal, de la mirada doble que, desde la profesión y desde el oficio, observamos replicarse y confundirse en la expresión, declaraciones y sentimientos de un número cada vez mayor de arquitectos catalanes, españoles y europeos. Un conflicto que proclama, con razón y desde la sinrazón, la sambenitización moral de los grandes eventos de la arquitectura y los arquitectos como “ornamentales”, otorgándoles un sentido pleno de dolorosa inutilidad social. Pero también un conflicto que proclama desde la inevitabilidad acrítica la condición de necesarios, imprescindibles, de estos mismos grandes eventos precisamente por su perfecta sincronía con los valores disciplinares, formativos y sensibles contemporáneos de quienes se han formado como arquitectos bajo el patrón de los planes de estudios todavía hoy vigentes en las escuelas de arquitectura.

Entendida la dicotomía sigamos atravesando esta maleza y observaremos un ingrediente mas en quienes han transitado por cualquiera de los tres escenarios: a la fascinación de haber rozado lo sublime simultaneada con el desconcierto de la sospecha de la ofensa para con quienes no son profesionales se añade algo nuevo que es la desesperación por la constatación de un tiempo de transformaciones en el que lo nuevo no tiene todavía nombre y lo que va desapareciendo no son conceptos, prejuicios ni costumbres sino personas. Y es que quizás ese es el ingrediente genuinamente contemporáneo del conflicto de los arquitectos “de siempre”: cuanto más profunda es la inquietud profesional y explícita la manifestación de su desasosiego tanto mas accesorio, incomprensible e –incluso- inaceptable resulta su encaje con una sociedad, la de hoy, que afila las guillotinas de una revolución improvisada y silenciosa que amenaza el cuello de las profesiones y de los profesionales que han sido también una clase, como es el caso de los arquitectos “profesionales”.

Siendo así las cosas es ya innegable la evidencia de que la profesión de arquitecto está siendo descuartizada por terceros extraños por motivos de pura depredación profesional mezclados con alquimias técnico-fiscales y excusas universitario-competenciales; pero también que los propios, los  arquitectos mismos, se han apuntado a última hora, con entusiasmo y contra pronóstico, a su auto liquidación posiblemente como recurso último para salvar por un lado el oficio de arquitecto y por otro lado el papel social de la arquitectura, dando por definitivamente perdido y prescindible el uniforme profesional conocido hasta ahora.

Y en el colmo de las contradicciones, lo mas hermoso: la coincidencia en los tres acontecimientos de la llamada a la lucha y de la denuncia, autocrítica, de la aceptación; que recibimos como síntoma y evidencia, simultáneas, de esa sutil diferenciación reivindicadora de oficio y de arquitectura.

Lo desglosamos: Koolhaas en Venecia con su repliegue a lo que ofrece como origen y fundamento (lucha) desde un despliegue minuciosa y descarnadamente publicitario (aceptación); la ciudad de Barcelona, reclamando con las instalaciones del BCN RE.SET la memoria colectiva y denunciando el genocidio político-cultural (lucha) desde un despliegue de clase –arquitectos/artistas- consciente y cómplice con el mercado turístico (aceptación) o finalmente Siza en Pamplona, concluyendo de manera magistral el congreso con el puño (real y figurado) en alto, la voz quebrada por el cansancio de una denunciada humillación, llamando a las barricadas (lucha, no hay duda) mientras desmenuza ante un público entregado y boquiabierto un proyecto museístico fascinante que podría ser y es portada mediática e icónica de la mejor de las arquitecturas figurativas… (aceptación)

Puede que no la arquitectura sino el arquitecto, visto lo visto, esté muriendo, haya muerto, sido asesinado o se esté suicidando, pero no es gratis: consigo puede que arrastre la muerte de los cínicos, descubra a la sociedad lo necesario del oficio y reconquiste el fundamento político de la ciudad, de la arquitectura. Y esa es la gran noticia para quienes todavía gustan de buscar noticias. 

Venecia, Barcelona y Pamplona lo dejan a la vista… para quien lo quiera ver.

(*) Sentimiento que se agrava especialmente cuando lo sectorial se pretende ostentoso y excluyente, por voluntad o por torpeza, tando da. La diferenciación “vip” de los tres días previos a la inauguración “para el resto de nosotros” de la Biennale, los coches de lujo conducidos por becarios en Pamplona o la gruesa inversión pública apoyada por goteos privados (y no lo contrario) para un destino celebrativo en Barcelona son gestos innecesarios, de otro tiempo, de ritualidades excluyentes que para el europeo medio hoy son, en el mejor de los casos, inaceptables.

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Artículo publicado, simultáneamente, en arquine.com y scalae.net el 23JUN2014, en colaboración y por iniciativa de Miquel Adrià.

http://www.scalae.net/noticia/eutanasics

* Félix Arranz, arquitecto y editor de scalae @scalae

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